martes, 14 de agosto de 2018

Asterión



-¡Asterión, Asterión, tú, el nacido del toro blanco, ten misericordia de mí!, ¡Asterión, Asterión, tú, el nacido del toro blanco, ten misericordia de mí!

La voz de Teseo sonaba densa en el laberinto. Ni el eco ni ningún otro sonido traicionaba el "clop clop" que hacían sus zapatos al avanzar; el aroma a muerte estaba en todos lados; un poco más difícil de distinguir era el aroma a abandono.

Teseo se perdía  cada vez más en el laberinto, ya que no se había dado cuenta que el monstruoso habitante había cortado el hilo. Asterión lo veía desde lejos, siempre vigilante. 

Así 20 años habían pasado desde que lo habían encerrado ahí, sin darle oportunidad de defenderse, de explicar que él no quería comer humanos, pero que no lo podía evitar, que el olor de la sangre lo enloquecía y que entraba en un frenesí imparable. Miró de lejos a Teseo y lo dejó perderse un poco más en su palacio de piedra.

Mientras Teseo lo buscaba y lo llamaba, el recordaba que Dédalo y su madre lo venían a visitar a veces, nunca muy cerca ni por mucho tiempo, pero eran las únicas dos personas que no corrían al verlo, sino que se sentaban lejos para estar seguros y a veces le cantaban o le contaban historias. Pero la imagen que más le venía a la cabeza era de ella: la hija de Minos, Ariadna la llamaban y a sus ojos era un ángel.

La niña se metió una vez al laberinto y le ofreció comida, el no pudo hacer nada ya que al verla todo se detuvo dentro de él, el hambre, la ira, solo un deseo casi insano de tenerla fue lo que quedó. Ella no le temía, lo cuidaba, lo hacía sentir querido. Y así fue como Ariadna creció en su cabeza y en su corazón pero un día ella no volvió al laberinto. Años pasaron hasta que la volvió a ver y ya no era una niña, ahora era una mujer con un aroma mas enloquecedor que la sangre. Él la vio y ella sonrió. Asterión tuvo que contener toda la furia animal dentro de él para no matarla de pura pasión.

Ella se acercó a él y dejo caer la ropa que llevaba, Asterión no se movía, sentía el sudor recorrer su espalda y un deseo mucho más carnal de tenerla. Ella se pegó a su cuerpo y sintió como él se tensaba.
-La maldición se puede romper, ¡oh criatura incomprendida!- Le dijo mientras se alejaba de él. -En un año te mandarán tu siguiente sacrificio, yo lo enviaré a ti con una espada y con un hilo para que no se pierda, y tu acabarás con él. Yo te esperaré entonces en el centro de ésta, tu casa. Me lo traerás y te liberaré.-

Todo ese tiempo había esperado él por la señal y ahora un enamorado Teseo recorría su palacio con la espada que le había dado Ariadna. Teseo no lo vio venir, le llegó por la espalda y con uno de sus cuernos lo atravesó, vio la vida dejar su cuerpo y lo recogió. Con el cadáver en brazos llegó él al lecho en el centro y lo posó a los pies de su diosa que estaba desnuda, esperándolo en la cama. Ella sonrió nuevamente y baño su cara y cuerpo en la sangre de Teseo, el hechizo de ella era más fuerte que su deseo por sangre, pero ella lo atrajo hacia el líquido carmesí  en su cuerpo y lo rodeó con sus piernas, su instinto animal se despertó y la poseyó con la fuerza del toro que era. Ella sacó un cuchillo y cortó su cuello solamente lo suficiente, el gritó de dolor pero ella lo empujó y fue directamente a cortar el cuello de Teseo que se enfriaba en la sala que sería su tumba.

Con las manos bañadas en ambas sangres se acercó a Asterión y la untó en su cara y en la de él, lo tomó de los cuernos y lo poseyó con frenesí. La magia estaba completa. Ariadna se fue diciéndole que lo esperaba afuera.

Los cambios en Asterión tomaron toda la noche, y al día siguiente salió con la cabeza de Toro en sus manos y la cabeza de Teseo como si fuera suya. Fue por Ariadna a la habitación donde estaba esperando.
-Mata a mi padre, Asterión- Le dijo y el obedeció, fue a la habitación de Minos y antes de que él se diera cuenta que algo estaba mal, el toro había vuelto a salir y lo había matado con más violencia que a Teseo. 

Ella se convirtió en reina y nadie entendía como podía destruir a sus enemigos de lejos, de una forma tan peculiar. Asterión vivía para cumplir su voluntad y cuando dejaron Creta todo fue una carnicería para ambos. Donde ella fuera acababa con cualquiera que le quisiera hacer daño y gobernaba por toda Grecia.

Muchos años después encontrarían el cadáver de Teseo sin cabeza, pero intacto como si no pudiera pudrirse. Nadie entendió como el cuerpo del asesino más violento y sediento de sangre estaba ahí, en vez de estar como todos lo sabían al lado de su ama, la cual no podía ser tocada más que por su sirviente mas febril.

"-¡Asterión, Asterión, tú, el nacido del toro blanco, ten misericordia de mi!, ¡Asterión, Asterión, tú, el nacido del toro blanco, ten misericordia de mi!"

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