lunes, 17 de marzo de 2008

Una noche solitaria (II)

Desperté la siguiente noche en la misma cama donde el me había dejado... Regresaría en unas horas, se había ido para evitar que yo lo siguiera, y para evitar seguirme otra vez el a mi... quise esperarlo... pero tenía que cazar... ¿Que había pasado la noche anterior? Recuerdo apagar las luces y fundirnos en un beso... robé parte de su esencia, sabía tan diferente a lo que olía.... Su esencia tenía el olor de cocoa caliente, pero su sabor, su sabor era algo mucho muy diferente.... Pero eso lo guardare para mi, ya que no es bueno andar divulgando a lo que saben las personas... Y mucho menos porque sus esencias son ellos mismos.
Recuerdo haberle enseñado como se hacía y haberlo dejado robar parte de la mía.. algo fácil... pero si no se sabe detener puedes obtener mas de lo que quisieras de la persona a la que estas paladeando y debilitarla en vez de obtener fuerza y conocimientos....Le expliqué la diferencia entre los vampiros y los inmortales como nosotros... le dejé beber un poco de mi y bebí de el.
Estuve tan tentada en convertirlo en lo que soy yo... pero no, no lo haré, no puedo convertir a alguien por simple pasión, aunque sería excelente inmortal, todo un guerrero, un cazador, sería tan, tan nosotros....
Ah! Ellos, mis inmortales, casi los olvidaba...reí dentro de mi, si supieran lo que la noche anterior había pasado; los conozco, ya lo sabrán, pero aun no. Me habían pedido que me alejara de él, sabían cuanto lo deseaba, como me derretía mi pasión hacia el y lo loca que podía volverme, recordemos que los inmortales sentimos cada sensación diez veces o hasta treinta veces mas que cualquier mortal, asi que el hecho que un "mortal" tuviera tanto poder en alguien como yo, era un signo en verdad aterrador para cualquiera de mi raza, sobretodo siendo quien soy entre ellos.
Muchos de ellos lo habían divisado, sentido y varios lo consideraban uno de los nuestros, alguien con tremendo potencial sin ser descubierto, pero habían estado tranquilos sabiendo que el no tenía ni idea de quien podía ser, y que no supiera quien eramos nosotros. Cuando lo sepan.... pues cuando lo sepan me dará mucha risa, siempre me ha gustado romper las reglas y provocarlos y si su decisión era ser como nosotros y desarrollar sus habilidades, eso sería y yo sería su maestra, asi como el sería un maestro para mi. "Akasha, deja de tentar a la suerte" pensé mientras me mordía los labios otra vez.
Me asomé por el balcón, el no andaba cerca, sin que nadie me viera, bajé de un solo brinco a la calle, y salí dispuesta a cazar...

Bellas Artes. Fue el primer pensamiento que recibí de el, ya era entrada la noche, el debía haber estado trabajando, pero el se sabía diferente ahora, y había salido un poco antes para averiguar que había desarrollado la pasada noche y que descubría de lo que en verdad el era. Yo no había encontrado víctima de caza, así que me dirigí a Bellas Artes, hambrienta. Lo encontré sentado en una banca enfrente de el extraordinario palacio, y le deje ver mentalmente todo lo que yo sabia del lugar. Se levanto en un movimiento rápido, preciso y absolutamente inmortal. Con una sonrisa que no pude ocultar me acerqué a el, y con una mano me abrazó del cuello, como tantas veces había hecho, "llévame ahí", señalaba la cúpula de Bellas Artes, asentí con la cabeza y le abracé tan fuerte como pude, en unos segundos estábamos ahí.
Su cara de sorpresa fue tan excitantemente hermosa, que solo pude besarlo. Observaba sorprendido lo magnificente de la ciudad, perdí la cuenta del tiempo, mientras veía a intervalos su ser y la ciudad. "Llévame de caza, quiero verte cazar, princesa de la noche", supongo que mi cara ha de haber sido una mueca de sorpresa total, ya que solo rompió a reír y yo solo me ruboricé "¡Que osado!" y solté a reír yo también. Sin mentir, puedo decir que soñaba con compartir ese momento con alguien, alguien como el, con el, para ser sincera.
Me abrazó y en dos segundos ya estábamos en la alameda, buscando a alguien. - No quiero a alguien que no valga la pena, quiero verte jugar, quiero hablar con la víctima elegida, quiero elegir yo- decía, mientras observaba a su alrededor, en un pequeño café se encontraba una solitaria mujer extranjera, exageradamente hermosa leyendo una novela de Gabriel García Marquez, "la quiero a ella".
Yo, sucumbía a sus encantos y sin poderme negar, caminé hacia a la mujer y le pedí sentarnos con ella, que solo nos observaba sorprendida y encantada, cautivada por dos presencias tan ataviadas y perfectas, tan elegantes y a la vez tan salvajes y sensuales. A la media hora, ya hablábamos de política, y reíamos arduamente, mientras el café y nuestras copas de vino blanco se terminaban. La llevamos sin ningún engaño al hotel donde mi deseado caballero inmortal tenía su hospedaje. Y ahí, la hice, perdón la hicimos nuestra, sin malentendidos.... El la cautivó, la conquisto, ella sucumbió a su amante mortal, y ella fue poseída en un desenfreno de placer mortal y derroche de pasión, mientras yo observaba, frenética la escena.
Ella cayó dormida, ante tan buen amante mortal. "Ahora es tu turno", ¡era tan frío, tan perfecto, tan calculador! Estaba yo totalmente extasiada y sin apuros, tomé a la belleza portuguesa en mis manos, y la bebí en esencia, en conocimiento, en sangre, y casi sin vida, la dejé, nuevamente desnuda en la cama. Mareada, que exquisito placer, no recordaba cuan hambrienta estaba hasta que no los vi en su desenfreno de cuerpos y la bebí. No la maté por amor a los mortales, por ética, no acostumbro a acabar con mis víctimas.
El estaba excitado por lo que había visto. Se me acerco apasionadamente y me besó, poco a poco quito la ropa que me cubría, y me hizo su amante inmortal, de todas las maneras posibles, en el suelo, encima de los muebles, en la cama junto a ella.
Al haber calmado ambos nuestras almas, me miro mientras me abrazaba -¿Ahora que sigue?- sonreía, yo solo pude contestar -Ahora sigue otro amanecer y solo la muerte podría separarme de ti, mi extraordinario cómplice, una muerte que solo llegará si tu quieres que llegue- Afuera empezaba amanecer, mientras los dos acostados en la cama, disfrutábamos el momento, sabiendo que la siguiente noche decidiría nuestras vidas. Sobretodo, su vida.