El sobreviviente


Nací en un México en guerra, aunque cuando yo nací ya no se podía llamar México, de hecho y para ser sincera, ya no había un continente americano, era más bien como Australia, lleno de praderas, vegetación, selvas y desiertos y solamente pequeños asentamientos humanos que luchaban a diario por sobrevivir. Las cosas no han cambiado  desde entonces, yo llevo 24 años viviendo así, pero esto comenzó hace 35 años.

¿Cómo empezó todo? ¿Cómo ha continuado? Todo empezó aquí, en México. Primero varias partidas ambientalistas comenzaron a disparar en estaciones de metro, después estos locos empezaron a dispararle a la policía, provocando un ambiente tenso para este cuerpo. Un anuncio del gobierno de ese entonces donde se subiría el impuesto del ISR al 50%, provocó el inconformismo nacional. Y para malestar general, el gobierno decidió disolver varios sindicatos. Los demás sintiéndose amenazados comenzaron con marchas y manifestaciones, cerrando carreteras, autopistas y calles principales.

Así empezó, pero el factor que llevo a México a las armas fue que en las constantes marchas empezaron a morir policías nuevamente, por lo que el derramamiento de sangre se inició en una mega marcha que terminó con los sindicatos armándose para atacar el gobierno y el movimiento no hubiera tenido nada de éxito si un político ya casi muerto del frente izquierdista (AMLO) no hubiera creído que esa era la manera de recobrar la gloria pérdida, por lo que le pidió armamento al narcotráfico y después de 6 meses de haber iniciado la lucha armada, lo asesinaron aventándolo desde la parte más alta de palacio nacional.

La crisis ya había empezado, ya no había manera de detener la revolución para el 2011. La guerra se desató en todo el continente de una manera inesperada y un tanto bizarra.

Hugo Chávez amenazando con guerra si no restituían al presidente de Honduras, sintió que era el momento perfecto para el continente de convertirse al socialismo, por lo que atacó este país, y Evo Morales lo siguió. La guerra no tardo en extenderse desde México hasta Argentina, provocando alianzas y golpes de estado por todas partes. Para el 2013, la economía estadounidense tuvo una pequeña depresión, ya que toda Latinoamérica estaba en deuda con USA que los abastecía con armas.

Este fue el brillante momento en el que por primera vez en toda la Historia, el Medio Oriente peleaba en un solo frente terrorista en contra de Estados Unidos, y bueno, la unión Europea no participaba mucho ni ayudaba como debía, lo que solo ocasionó la  ruina de USA para el 2015.

 Poco a poco las armas biológicas y los bombardeos, la constante guerra incosteable para todos, el apoyo nulo de Europa, -ahora más preocupado por detener a los países de Medio Oriente o por colonizar las nuevas tierras devastadas-, permitieron que América se convirtiera en un continente salvaje, donde las ciudades estaban deshabitadas, y la gente vivía en los grandes terrenos boscosos, montañosos o selváticos.

Canadá había quedado deshabitado ya que la mayoría de sus habitantes habían pedido asilo en varios países europeos, y los pocos americanos que quedaban habían hecho algo similar. Todo el norte del continente estaba casi desierto por lo que los pocos asentamientos humanos se extendieron por toda la extensión continental, haciendo pequeñas colonias y nuevos frentes para las pocas tropas que Europa mandaba para tratar de colonizar.

Para el 2018 nadie sabía a ciencia cierta cuanta gente había en el continente pero al no tener mucha información de vuelta los ataques, Europeos se redujeron al 50%, comenzaron algunos asiáticos que tampoco tenían mucho éxito.

Aun ahora hay ataques cada cuando, pero el lugar se ha vuelto tan inhóspito que pocos se atreven, increíblemente la flora y la fauna han ido devorando las antiguas ciudades y supongo que todo tiene que ver calentamiento global y con las armas utilizadas al norte del continente, incluyendo que el mar ha cubierto zonas antes habitadas. Los que seguimos de pie y nacimos en guerra, en los asentamientos humanos de “refugiados” sobrevivimos con frutas silvestres, cacería y las muy valiosas barricadas japonesas o europeas que nos proveen desde armas y municiones (extremadamente preciadas) hasta ropa nueva, y lo que yo más disfruto, calcetines secos.

En este tiempo y en este lugar comienza mi historia, mi diario personal por llamarlo de algún modo, donde cuento lo que voy viviendo para dejar algún testimonio como en los antiguos libros de que existimos, que nos hacíamos llamar los sobrevivientes y que éramos prácticamente mercenarios que solo luchamos por no morir.



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Me dedico a recorrer el continente, somos nómadas, por eso hemos llegado a la edad adulta. Nací en un asentamiento cerca de lo que fue la antigua capital, éramos de los pocos que se aventuraban a vivir cerca de las ciudades, ya que constantemente había explosiones de los antiguos drenajes, de los ductos eléctricos y petroleros  o temblores que hundían a las ciudades. Pero en el área donde nos habíamos asentado, no pasaba esto, ya que era en la parte alta de la ciudad, por el sur, camino a Morelos.

Siempre he creído que eso no era el único motivo que mantenía a la gente lejos de las ciudades, si no la deprimente vista de lo que ellos habían conocido y ahora existía vacío, solitario o como refugio para ladrones y asesinos, aunque de estos últimos, he conocido muchos más por los caminos, que por las ciudades desiertas.

Pero para mí, que nací fuera de ese recuerdo, las ciudades no significaban más que oportunidad de ropa, o combustible, incluso de vehículos. Aunque si algo escaseaba más que las balas, era el combustible. Cada vez  había menos. Siempre había manera de fundir metal y en vez de usar pólvora, hacer objetos puntiagudos, para que al disparar, atravesara a tu oponente, pero aun nadie había podido crear combustible. Las líneas de teléfono no existían y no había tecnología para celulares, por lo que el único medio de comunicación era el radio de ondas, pero no muchos lo usaban a menos de que fuera necesario, para evitar dar tu ubicación o dar información que pudiera matar a la gente de tu asentamiento.

Para los nómadas es más fácil, ya que siempre cambias de lugar, y depende del grupo al que pertenezcas, dependerá tu método de comunicación y códigos.

El asentamiento donde yo nací fue destruido por un grupo de nómadas cuando yo tenía 9 años, por el 2029, mataron a mucha gente y yo no supe que le pasó a mi familia, ya que salí huyendo por puro instinto seguida por otros niños de mi misma edad. Al ir creciendo la única familia que conocí y he conocido son ellos.

Hemos recorrido el continente casi una vez por año desde entonces, y conocemos perfectamente todos los asentamientos humanos y zonas de guerra, donde encontrar municiones y combustible, somos el grupo más fuerte de nómadas, conocido como Los Sobrevivientes; quiero mencionar que todos los que vivimos de la misma manera son catalogados como sobrevivientes gracias a nosotros. Pero en nuestra forma de vivir hay pocos tipos de personas.

Están los refugiados: que son las personas que tratan de vivir su vida lo más normal posible, añorando no ser masacrados, pero tampoco es que hagan mucho,  es la gente que vive en los asentamientos, protegidos por grupos de mercenarios como nosotros. Están los soñadores que son personas que viven también en los asentamientos pero a diferencia de los primeros, ellos creen que un día saldrá el sol y la guerra se acabará de la nada. Los torturados, son gente que siempre trata de escapar de su destino por ilusiones, pero que terminan regresando con todos los demás, martirizados por la vida que tienen y la miseria que les sigue, pero no hacen nada por cambiarlo. Son gente que trata de huir al otro lado del charco, pero sus sueños solo los regresan al asentamiento mugroso de donde han venido.

 Y estamos nosotros, los sobrevivientes, que sabemos que en algún momento todo se va a ir al carajo y solo sobrevivimos añorando el día que alguien llegue y nos quite de este lugar, somos gente que probablemente nunca debimos ni quisimos nacer, pero que por una u otra extraña situación hemos perdurado más que la mayoría, en espera de que todo se vaya a la mierda.



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Recorríamos un rincón de lo que sabemos es la selva  Media- Centro, que era parte de lo que fue el distrito federal, acampábamos en un antiguo edificio de gobierno, yo había salido a marcar perímetros y en busca de víveres, estaba buscando un lugar donde quedarme a pasar la noche, había perdido la noción del tiempo y había mandado un mensaje por radio para avisar que toda la ciudad estaba tranquila, y que los esperaba a la salida del estado, donde se encontraba la UNAM. Entré en uno de los edificios que parecía un museo, no había nadie ahí, pero nunca me han gustado los lugares tan amplios para quedarme, si era un museo deberían tener un laboratorio de restauración o algo así. Decidí caminar más para buscar un sitio seguro y más pequeño.

 Me adentré a un pequeño pueblo abandonado cerca de la carretera, de lado derecho, era una pequeña población, como de 50 casas a lo mucho, estaban todas consumidas por la maleza, pero al ser de concreto eran bastante habitables.

En una de ellas, había incluso techo completo y era de dos pisos, estaba completamente saqueada, pero había un colchón limpio.

Baje el colchón y lo puse enfrente de la puerta, saque mi bolsa de dormir, y me cubrí con ella, me cambié los calcetines, saque mis guantes y sweater de lana, me los puse, dejé mi mochila armada y llena de comida junto a mí, no llevaba más equipaje, ya que todo lo demás lo traíamos en el camión militar que armaba nuestra caravana. Revisé que tanto la escopeta que llevaba, como la pistola y el lanza dardos estuvieran cargados y los acurruqué junto a mis piernas y pecho, me puse en una posición donde nadie me viera si llegaban a entrar a la casa, aunque era poco probable que alguien me ganara a mi tirando con un arma.

Tienen que entender que para el tipo de vida que llevábamos, la vida de los demás no era tan importante si la que peligraba era la tuya, y aunque yo soñaba con encontrar a alguien mejor que yo para que me eliminara, nunca iba a perder con un oponente que no estaba a mi nivel.

No tenía razones válidas para que me gustara la vida, y menos la mía pero había decidido sobrevivir el mayor tiempo posible, no rendirme y no por amor a vivir, si no, porque mi instinto de supervivencia me impedía irme, y debo reconocer que me había intentado suicidar muchas veces, pero después de no lograrlo, me di cuenta que mi cuerpo era el que peleaba por existir, y por desgracia no le ganaba a mi voluntad, y ni los viajes más largos ni las peleas más difíciles, habían logrado que mi cuerpo se rindiera, aunque todo el tiempo vivía en tensión. El maldito no se daba por vencido.

Me había quedado dormida, por primera vez en mis 24 años, profundamente dormida, aun así escuché el rechinar de un segundo de la puerta y fue suficiente para despertarme y buscar a mi oponente con la mira de la escopeta, sentí un golpe en la cabeza que me dejo fuera del juego un par de minutos pero cuando volví a abrir los ojos, el, ya me apuntaba con una .45, preparó el gatillo, oí un disparo, sonó en lo profundo de mi cerebro y extrañamente sentí el suelo frío en la cara, pero sin dolor. Escuché un par de balazos, me quedé tendida, alguien me tapaba la boca, se agachaba junto a mí y había tomado mi escopeta (claro, mejor mis balas que las suyas). Me volteé para arrastrarme por el suelo, tomé mi lanza dardos, empezamos a disparar para salvar cada uno su vida, los de afuera no sabrían ni les interesaría que ni siquiera estábamos en el mismo equipo, acabarían con los dos si se los permitíamos.
Empezamos a atacar, era muy sencillo acoplarse a la defensiva con el hombre que hace unos minutos me había querido matar, pronto dejamos la defensa y empezamos con la ofensiva, sentí un balazo (ese si lo sentí) en el brazo, se me colapsó inmediatamente y si no es por los reflejos hubiera dejado caer el lanza dardos, la sangre manaba muy rápido, me agaché, estaba en el suelo acercándome a la mochila, necesitaba un coagulante.

 Oí como entraban a la casa, me voltee inmediatamente hacia el hombre que ahora combatía a mi lado, me veía fijamente, y como cliché de película americana levanté el arma hacia él, lo tomé desprevenido y disparé, justo en medio de la frente del tipo que había entrado y estaba tras él. Le había salvado la vida a un desconocido, y no entendía porque; él me hubiera matado, así como yo a él, diez minutos antes. Su cara era de sorpresa, tanto como la mía.
No se escucharon más balas, ni a nadie huir, todo se quedó en silencio, el hombre me veía fijamente lleno de sudor en la cara, y yo no toleraba el dolor del brazo, me empecé a marear, me apuntó, se acercó a mí y me puso la pistola en la sien, yo me vencí y las piernas se me doblaron, amartilló el arma, había llegado un enemigo mejor que yo.

Cerré los ojos, no sentía miedo, al contrario, sentía ansias, como mariposas en el estómago, abrí los ojos, lo vi y asentí, le sonreí. Perdí el conocimiento total de las cosas. Lo último que sentí fue suelo. Mis calcetines estaban secos al menos, y la sangre, demasiada sangre debajo de mí.

-¿Porque si encontré a alguien verdaderamente más cabrón que yo, no estoy muerta?- Fue lo primero que me pregunté ya que la muerte no podría doler tanto, y eso fue lo que me regresó a la realidad, el brazo se me estaba incendiando, me ardía todo, pero no podía abrir los ojos, o no podía ver, me paré solamente para caer de rodillas, no sabía dónde estaba ni que me pasaba,  empecé a sentir desesperación, me levanté, traté de controlar mi respiración, la contuve, no oía ruidos, solo una pequeña caída de agua, “agua, necesito agua” pensé, no me había dado cuenta de la sed que tenía, me arrastre sin hacer ruido, no quería dar a conocer que ya había despertado, tantee el suelo, era de madera, seguí gateando, traté de no pegar con nada.

Duré así quince o veinte minutos hasta que me acoplé al lugar, sabía que estaba drogada ya que no sentía la mente despejada que el dolor a gran escala provoca, y aún seguía sin poderme levantar, de cualquier manera lo intentaría, después de varias vueltas, ya reconocía bien el lugar donde estaba, eran como 4 metros por 6, un lugar bastante amplio, pocos muebles, ya sabía dónde estaban las paredes de concreto y madera. Y ya había reconocido donde estaba la mesa con una sola silla. Me dirigí hacia la mesa, me apoyé en la silla, me empecé a levantar.

Si, si estaba drogada. Me maree demasiado y empecé a sentir como la sangre escurría por mi brazo, pero no sentía un dolor diferente al que ya tenía, me levanté. Intenté caminar, pero no, demasiadas vueltas, las piernas no me sostenían, “¡mierda!, ¡me voy a caer!” mi pensamiento fue interrumpido por que alguien me detuvo.

- Que terca eres, en vez de quedarte en la cama. Creí que eras una criatura inteligente, ¿no se supone que si te quisiera matar, ya lo hubiera hecho?, puedes estar tranquila, cuando menos por el momento, regresa a la cama, no pienso cargarte otra vez, pesas mucho- “Bueno que le pasa a mi rescatador, esas no son maneras de hablarle a una mujer”, honestamente yo nunca había sentido ese prejuicio, pero en ese momento lo sentí insultante. Me detuvo por la cintura pasando mi brazo sano por su cuello, era un poco más alto que yo, tal vez 1.78.
-¿Eres cazadora y sobreviviente, cierto? Nunca había visto a una mujer moverse así en tu estado, reconociendo el terreno, oliendo, y sin poder ver- Su voz era fría, grave, pero algo en ella me agradaba, nunca nadie me había agradado, solo mi familia, y aun no estaba segura si este tipo debería de agradarme.
-Mi nombre es Kira. ¿Quién eres?- Le pregunté mientras me recostaba en la cama, deteniéndome con torpeza, como si nunca hubiera sostenido a otra persona antes. No me contestó. Sentí un piquete en el brazo y fue lo último que sentí.

Me despertó el aroma a caldo, olía a especias, a carne, se me abrió el apetito y aún tenía sed.

–No te levantes, no tarda en estar listo, pero no te emociones, no sabe tan bien como huele- Creo que eso me hizo sonreír.
Se sentó junto a mí en la cama, y por primera vez sentí por qué no podía ver.
 Me había puesto una especie de antifaz y luego me había vendado, ahora lo sentía, porque cuando acabó de remover el vendaje sentí el peso del antifaz y el resorte en la nuca. Me lo quitó y explico.
 – No abras los ojos, sigues drogada y no has visto la luz en 9 días, tienes que esperar a que tus ojos se acostumbren a la luz; ven, te llevaré a un lugar con más sombra– y me movió a otro lado de la casa. Dejé los ojos cerrados durante unos minutos, disfrutando la sensación de levedad sobre ellos. Apagó todas las luces y prácticamente dejó la casa en penumbras para evitar que me lastimara los ojos, funcionó, casi no se veía nada, era de noche.

Poco a poco abrió cada cortina y prendió la lámparas de aceite, y velas, yo no enfocaba. Y así, con la poca luz de la luna y las luces de la casa nos sentamos a cenar, abrió una botella de vino blanco para mí, para quitar la deshidratación, y el caldo salado, siempre había sido mi combinación preferida después de la batalla.

Cenamos en silencio, pero tengo que reconocer que no fue incómodo, nunca he sido fanática de la gente, me encanta la soledad y no soy amiga del tener que simpatizar, así que me resulto muy confortable el poder fingir estar sola sin necesidad de hablar con él.

Pude ver la casa en todo su esplendor, sabía que estaba en la selva porque en las dos ventanas veía árboles, y al parecer no estábamos al ras del suelo, ya que no veía los troncos si no las copas, era un cuadro muy amplio, con un sillón reclinable, una cama gigante; era un solo cuarto, tenía una estufa de leña o carbón, no preste mucha atención en ese momento, la casa estaba combinada, el suelo y el techo era de madera, y algunas paredes de concreto.

Estaba la mesa, la silla, un par de bancos, y un tipo de chimenea. La casa daba salida a la derecha, pero no me atreví a asomarme, solo veía una baranda.

Se levantó, solamente el movimiento a mi derecha me alertó, dejó el plato en una gran tina con agua. Fue hacia la cama, arriba tenía un estante, lo abrió, y sacó una aguja, una venda, agua oxigenada, unas tijeras y un par de ampolletas. La idea no me gustó, siempre le he huido a las agujas e intente distraerlo.

- Espera, tengo que darme un baño, llevo 12 días sin bañarme ¿recuerdas?- Me sonrió maliciosamente.
 - De hecho llevas solo 8 días, hace 10 llegaste aquí, pero para sanarte la herida tuve que bañarte- sonrió y rió con sorna. Por primera vez bajé la vista y vi que no traía mi indumentaria regular, que eran unos pantalones de mezclilla amplios, y una playera negra, aunque femenina de todas formas. Traía unas mallas gruesas negras, y una blusa entallada, que reconocí mía, muy escotada por cierto. La usaba en tiempos buenos cuando podíamos quedarnos con los asentamientos humanos que conocíamos, en época de fiestas.

Eso significaba que él me había visto desnuda, ¿o no? El pareció seguir la línea de mis pensamientos ya que se rió sonoramente y yo me ruboricé.
 –Toda tu ropa estaba bañada en sangre, no podía dejar que te acostaras así en mi cama- y siguió riendo. – Puedes tomar un baño mañana, prometo calentarte el agua, si no tendrías que bañarte en la presa del río, y no sé si haya animales feroces en busca de carne fresca- Rió abiertamente y yo seguía muy ruborizada, nunca me había puesto así, tan nerviosa, y no sabía qué hacer.
 – Me baño ahora, no te preocupes- salí de la casa, y me quedé un par de segundos maravillada por la vista, era hermoso, tenía el arroyo a mi lado derecho a lo lejos y la presa corría hasta quedar enfrente de la casa, todo era maleza y árboles alrededor, pero el agua, la casa y otras construcciones pequeñas que no alcanzaba a ver estaban en un claro, y la luz de la luna daba directamente a la casa, no estaba nublado, era hermoso, me detuve en la baranda, tenía tiempo sin ver algo tan bello.
- ¿Estás bien, te mareaste?- Me dijo cuando llego junto a mí, nuevamente no lo escuche.
–La vista me sorprendió - dije mientras resoplaba. Al lado derecho estaban las escaleras. Bajé y rodeé la presa, me fui un poco más adentro donde corría la corriente y se veía poco profundo, eso evitaría a todas las criaturas con muchos dientes en los cuales no quería pensar. Me desnudé, el agua estaba cálida, me llegaba a los muslos, así que me sumergí, estaba tibia, limpia, y aunque no podía mover el brazo me ayudó para sentirme más despejada.

 Estaba levantada viendo alrededor, disfrutando el aire pegándome de lleno en el cuerpo, sintiendo como mis poros se contraían, como mis vellos se erizaban, como todo mi cuerpo notaba el aire tibio, toqué mi cuerpo, mi vientre, mis manos, mi brazo; bajé la vista, vi mis piernas, las toqué, eran fuertes, bien formadas, al igual que mi cuerpo, no era una mujer delgada, pero me gustaba mi cuerpo, inclusive todas las cicatrices que tenía, me gustaban.

Recordé a las mujeres de asentamiento, se cuidaban, producían crema para mantener la piel tersa, odiaban las cicatrices, cuando me bañaba entre ellas, se sorprendían de mi cuerpo, ellas se quitaban el vello de los brazos y de las piernas, yo solo lo hacía cuando era muy necesario, cuando estábamos de fiesta. Siempre me rasuraba el vello de axilas y del área del pubis, pero yo lo hacía porque al estar en el camino era mejor no tener vello por el sudor, es horrible, nunca lo hice por vanidad.

Vi mis manos, eran ásperas, mis codos estaban resecos, y mis rodillas también, si salía con vida usaría crema; sentí vergüenza, nunca la había sentido, siempre había creído que esas mujeres eran tontas y simples, pero ahora algo me hacía pensar que no tanto, pero yo no tenía razones para quererme ver bien. Toque mi cabello era muy largo pero nunca lo soltaba, en ese momento lo hice, me llegaba hasta la cintura, por lo general era rojo y chino, pero después de tanto tiempo amarrado, estaba maltratado. Me sumergí en el agua, tenía que quitarme la vanidad femenina de la cabeza, no era momento para eso, ¿qué me pasaba? ¡Cielos! También arreglaría mis pies, eran horrendos. ¡BASTA, DEJA DE PENSAR EN ESO!

Me levanté nuevamente del agua, volví a sentir mi cuerpo erizarse, ahora sentí mi cabello en la espalda mojado, enfrente de mi cuerpo, sentí las gotas escurrir, mi piel se tensó.
-Necesitas una toalla y cambiarte la ropa, deja la herida al descubierto, yo arreglaré todo. Toma- arrojó crema y una toalla al suelo, yo me quede quieta, llena de vergüenza otra vez, pero cuando me sumergí para que no me viera, el ya no estaba. Tomé la toalla y me vestí. La ropa no era mía, pero era una blusa de manta blanca sin mangas, un sostén de satín negro, muy lindo. Y un pantalón que combinaba con la blusa, todo muy cómodo. Me enredé el cabello en la toalla.

Cuando regresé a la casa, él ya me esperaba con el agua oxigenada y la gasa en la mano. Me limpió la herida, me quito un par de puntos. ¿Puntos? ¿Cuándo me pusieron puntos? Toda la herida seguía quemando. Me puso una plasta de algo que se sintió como si mi brazo estuviera en llamas.
 - Si no hubieras botado los puntos ayer, todo sería más fácil- y empezó a coser nuevamente la herida. El dolor era soportable, pero la visión de lo que hacía, no, me iba a desmayar. Terminó muy rápido, me tendió un vaso con agua que vacié de un golpe. Me levanté pero me detuvo y de un movimiento me tumbo en la cama. Sentí mariposas en el estómago, como cuando me iba a matar. Se acercó mucho a mí, podía sentir su aliento, empecé acalorarme, aguanté la respiración, él sonrió, sentí un piquete en el brazo, y no desperté hasta el día siguiente.
No había observado al extraño en la luz, pero cuando lo vi entrar sin camisa, me sorprendí, no era guapo, en lo absoluto; se rapaba, usaba lentes, pero su cuerpo era absolutamente andrógino, no tenía marcados los músculos, pero era simétrico. Era masculino, tenía el cuello largo, y unas piernas muy fuertes, se le notaba, inclusive en los brazos se le notaba. Su cuerpo era excitante. Sonrió, estaba mojado y yo sonreí con malicia.
  –Yo pensé lo mismo de tu desnudez- me dijo y se fue, dejándome ver su espalda marcada.

 Me quede tumbada ahí pensando en mi gente por alrededor de tres horas, después mi mente regresó a él y a su extraño comportamiento, a la luz del sol, sus ojos estaban llenos de fuego, no parecían humanos, eran la cosa más salvaje que nunca en mi vida había visto.

Su rostro era frío, vigilante, observador. Su actitud tajante y seca, era hermético. Le gustaba averiguar información de la gente, pero no dar información de él. Cuando menos a mí me lo había hecho desde el principio. Su forma de moverse era orgullosa, felina, ágil. Era el ser más extraño que nunca había conocido, más salvaje, más frío, el menos humano. Y todo eso me causaba una fascinación que me provocaba vergüenza, no tenía sentido, que él, que era más parecido a una máquina que a alguien normal me atrajera de esa manera. Yo misma puedo decir que soy más máquina que humana, pero él era aún más calculador que yo.

Entró nuevamente unas horas después, traía un a indumentaria muy similar a la que yo llevaba, pantalón de manta blanca, muy amplia y una camisa sin mangas, se le marcaban los pectorales y tengo que decir que tenía el mejor trasero que yo hubiera visto en mucho tiempo. Me giré para ver como cocía un poco de pasta. Tomó algunas cosas, como champiñones y una lata de sopa y lo revolvió.

-Está listo, ¿estás lo suficientemente despejada para levantarte?- me preguntó mientras yo me incorporaba. Se acercó hacia a mí para ayudarme a levantarme, me mareé y caí en la cama. Mi blusa se había levantado, dejando a la vista mi torso, mi pecho y todas mis cicatrices, él se quedó observándome, yo no me moví, dirigió su mano hacia las cicatrices y las siguió con sus dedos, su toque era tan eléctrico que me erizó la piel. Resoplé y vi cómo me miraba con una cara llena de perversidad. La corriente eléctrica se siguió hasta la parte baja de mi vientre. Cerré los ojos, pero me incorporé. Lo besé. Fue automático. Dejó caer su peso sobre mí, y me quitó lo poco de ropa que tenía, me ayudó quitándose la suya, ya que por el brazo a mí se me complicaba.

Me encanto su cuerpo desnudo, todo lleno de cicatrices al igual que el mío. Tomé la oportunidad, me volteé sobre él y lo seguí besando recorriendo su cuerpo, sintiendo como se erizaba con el contacto de mis caricias, y él hacía lo mismo. Podía sentir el ambiente como si estuviera cargado de estática. Empezó una guerra de poderes, quien podía dominar al otro o llevarlo a un punto más elevado de excitación. Los dos soltamos un ligero gemido la primera vez que me penetró.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, nuestros cuerpos se acoplaban perfectamente al otro, y también nuestros gustos en la cama, no era aburrido.
Para mí el sexo siempre había sido, un baño en el río, me refiero a que era un placer ocasional que disfrutaba, pero nada más, al salir del río, no importaba nada, no te quedas a ver o a convivir con él, inclusive no volvías a pensar en donde te habías bañado. Pero debo de reconocer que desde la primera vez que me acosté con él, el río tenía algo más agradable que de costumbre.

Ya era entrada la noche cuando nos incorporamos a comer algo. Lo hicimos en silencio. Yo caí dormida inmediatamente, pero esa noche no dormí sola, ya que se quedó recorriendo mi cuerpo con sus dedos, hasta que él también se quedó dormido.

Me levanté más temprano que él. Con calma me incorporé pero en el momento en el que dejé la cama, el despertó. Salió de la casa, bajó las escaleras y se oyó como abría la puerta del piso de abajo. Ninguno de los dos comentó lo que había pasado. Ambos, habíamos salido del río.

Empecé a mejorar increíblemente, por lo que en una semana ya podía hacer muchas cosas. Ya me encargaba yo de la comida, él  la conseguía porque yo no tenía ni idea de donde estábamos, los vegetales los cultivaba en alguna parte del claro, al igual que algunas frutas que tenía en los árboles más cercanos a la casa. Los conejos se cazaban, al igual que otro tipo de roedores menos apetitosos, pero la carne y el pollo no vivían en la presa como el pescado, así que a algún lado debía de ir por ella
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Sabía que se acercaba el tiempo de irme o de morir, aun no sabía lo que él pretendía.
-Kira, ¿sabes fundir metal para balas? Nunca he sido muy  bueno para eso-. Yo asentí.
 – Si fundo el metal, ¿me dirás tu nombre?- Ahora el dudó. Me vio durante unos minutos, su mirada seguía siendo inexpresiva, pero un rayo de luz asomó de forma tan rápida que lo pude haber alucinado. Asintió.

Me puse a trabajar inmediatamente, el me ayudó a construir el horno de fundición que era el método que a mí me gustaba más, ya que las balas quedaban realmente bien, así como los dardos. Si uno lo hacía en algún fundidor de carbón para improvisar, quedaban demasiados pedazos metálicos completos por lo que a veces eso cambiaba la dirección de las balas o dardos, el peso era irregular. Además teniendo un poco de adobe, de cemento y de ideas de cómo hacerlo, era algo en verdad sencillo.

Terminé en cuestión de horas, él ya tenía el metal para fundir, así que en cuanto se calentó lo suficiente, fuimos capaces de hacer balas y dardos.
-Mi nombre es Kaleb- me sonrió y se fue.

Esa noche yo preparé la cena.
-¿Por qué me trajiste aquí, porque no me mataste? –Le pregunté, necesitaba saberlo.
-¿Por qué me salvaste la vida tú, cuando yo te iba a matar?- Me contestó el y una nueva guerra de poderes, ahora argumentando, se inició.
-¿Por qué no me mataste ese día en la casa?- Rebatí yo.
-Eso lo puedo contestar, porque cuando te iba a disparar oí ruidos afuera, si te hubiera matado en ese momento, hubieran sabido mi ubicación exacta, porque estoy seguro de que sabían que yo estaba ahí. Contaba con que no tendrías tiempo de matarme si la pelea se iniciaba afuera. Ahora contéstame- Me dijo mientras masticaba el conejo con gusto-
-No lo sé, en realidad no lo sé, un instinto, un sentimiento me hizo hacerlo simplemente. La reacción que tuve no fue para nada mía.- Dije mientras vaciaba el vaso con agua. – ¿Por qué me curaste?- Hizo una mueca, como una sonrisa algo sarcástica.
-Porque a diferencia de los demás, no estoy unido a casi nada. Pero hay algo en lo que sí creo, y es en el honor. Tú me salvaste, yo te salvé; honor básico. No te confundas, no es más, ¿Por qué no te has ido?- Ahora la sonrisa fue mía.
-A diferencia de ti, yo me manejo más por instintos, después viene la frialdad. Nuevamente no sé porque no lo he hecho. ¿Quieres que lo haga?- Se levantó de la mesa, dejando los platos en la tinaja. Se detuvo en la puerta.
-No, al menos no todavía, no me he aburrido de tu compañía, y no le veo nada de malo a que te quedes- Bajó las escaleras y supongo, se internó al bosque.

Yo me quedaba en la casa al principio. Me daba cuenta que no había peligro, yo ya había sanado, pero por alguna extraña razón no me iba, como se lo había dicho; y Kaleb no me decía nada para que lo hiciera. Aún no se aburría.

Nuestra relación era cordial, y poco a poco, me fui ganando su confianza, así como él se ganó la mía. Por primera vez en mi vida, confiaba en alguien  que no fuera de mi grupo, alguien totalmente ajeno a mí, que además me podría matar en cualquier instante, aunque para mí eso ya no era relevante. Entre más conocía a mi extraño amante más me prendaba de él, de su esencia, era parte de la selva, de la naturaleza salvaje. Sus ojos. Sus ojos irradiaban belleza, al sol eran del verde miel más hermoso, a la luna eran de un caoba claro, y cuando estaba molesto se tornaban negros, como si dependiera de su humor, el ser que yo veía.

A los tres meses de estar ahí, empezamos a cazar juntos y a encontrar barricadas nuevas, nunca saqueadas o simplemente que antes no estaban ahí. No teníamos resistencia nunca, los dos estábamos diseñados para matar, para sobrevivir, para acabar con todo. Éramos un gran equipo, no nada más en la cama, si no peleando hombro con hombro. Lográbamos cazar a los animales más grandes, a los que nadie atacaría, funcionábamos al parejo, quien tenía que matar, mataba. Al que le tocaba observar, observaba y luego hablábamos para eliminar errores en la próxima caza. Si teníamos que ir a los asentamientos humanos uno daba las órdenes y el otro negociaba, nos respetaban por ser quien éramos, pero nadie se quería involucrar con nosotros por la misma razón.

Entiendo que es por eso que mis amigos no nos habían encontrado, los asentamientos nos protegían, porque nosotros los protegíamos a ellos cuando necesitábamos algo, y la única condición era no decirle a nadie que estábamos en un lugar fijo. Aunque no sé si hubiera servido de mucho, el claro del bosque estaba rodeado de trampas y era imposible que alguien que no conociera nuestro lugar, entrara, y nosotros nunca llevábamos a nadie tan cerca, ni siquiera para matar. Era nuestro lugar secreto, nuestro paraíso personal, donde solo había dos. Donde dos era suficiente, dos bastaban, el uno al otro.

 Pese a esta sensación de pertenencia, yo tenía que cuidarme, ya que aunque nadie nunca había llegado donde yo lo había hecho con Kaleb, tenía muy en claro que él era un ser único, solitario, misántropo y como ya lo he dicho antes, completamente salvaje. Y el sentido de pertenencia era mutuo(al igual que la experiencia nueva para ambos), pero yo entendía que a fin de cuentas ese lugar era su espacio y yo no lo podía querer abarcar todo, aunque era difícil estando ahí todo el tiempo.

A los 5 meses de haber llegado ahí, me desperté una noche porque él no estaba en la cama. Salí y estaba acostado en el claro. Parecía dormitar. Bajé, me acerqué.
– ¿Te recostarías conmigo?, hay suficiente piel para ambos- me dijo sin abrir los ojos. Yo me acosté, la piel se sentía bien en mi cuerpo desnudo. El abrió los ojos y me observó, jugó un poco con mi cuerpo, y me dio un beso lleno de fuego. Yo lo respondí, y sin darme cuenta una lágrima salió de mis ojos, entendí por qué el beso era así de fuerte.
 -¿Quieres que me vaya verdad?- le dije soltándome de su abrazo y su beso.
– Es que no te quiero lastimar, esto no va acabar bien, te voy a matar, a hacerte daño, eres mi mejor amiga, y no quiero dañarte, a ti no- Me dijo y en sus ojos veía pesar.

Me levanté con una lágrima todavía escurriendo, me vestí con la ropa que llevaba el día que me hirieron, agarré mi mochila, la crema que había decidido usar en nuestra última visita a los asentamientos, y un par de cosas más, un libro que él me había dado, y un vació se hizo en mí. Pero no hubo más, tomé mis cosas, salí de la casa. El me cerró el paso cuando bajaba, no me dijo nada, solo me dio un papel con un número de frecuencia de radio.

Sus ojos eran tristes, me abrazó.
 – De verdad pocas personas han entrado aquí, y tú tienes mi confianza y mi cariño, no quiero perder eso- me dijo sin soltarme.
 – No te das cuenta de que lo vas a perder de todas maneras ¿verdad?- Le dije con dolor en la voz, pero ni él ni yo volteamos atrás mientras yo me marchaba.

Llegué a un poblado lejos de donde él se escondía, como a los seis días de camino, a pie. Busqué diferentes frecuencias para ver donde estaba mi grupo. Encontré dos frecuencias buscándome, a una no le respondí. Pero era a la única que quería regresar, a esa voz grave que me ayudaba a dormir.

Decidí verme con mi grupo a la siguiente semana, muy al norte del continente.

 Me acogieron como si nada hubiera pasado, pero mis tres compañeros más cercanos, Jared, Alan y Adoné supieron que yo no era la misma. Pasaron un par de semanas, y ellos veían que siempre regresaba a la misma frecuencia, cada tarde sintonizaba el radio en busca de su voz, pero no la había encontrado por los últimos 4 días. Ya no me buscaba más. Decidí quedarme en un asentamiento en el norte, necesitaba que el piso no se moviera. Al terminar el primer mes en el asentamiento, el segundo desde que salí del claro, Jared se acercó a mí.
 – Un mensaje fue dejado en todas las frecuencias, y nadie sabe de dónde vino, pero te va a interesar- me dijo mientras me levantaba con un brazo del catre donde dormitaba. Desde que me había ido, nuevamente, no había podido dormir. Más a la fuerza que voluntariamente llegué hasta la radio. Tenía miedo de escucharlo, me iba a quebrar. El mensaje se repetía una y otra vez:

No soy muy dado a confiar en la gente y en los últimos años, con excepción de Jersey (su amiga traficante) no había encontrado nadie en quien me naciera confiar. Todo esto viene al caso por lo que te quiero mandar, si logro saber dónde estás, ya que esa es una parte que sólo mis amigos más cercanos conocían y que además hace unos años dejé de hacer, pero que por algún motivo me nace mandarte, siendo una de las dos personas en las que me ha nacido confiar en los últimos tiempos. Por favor déjame saber dónde estás. Quiero que lo leas.

-Supongo que es para ti, le contesté en clave, te lo va mandar- me dijo esperando mi reacción. Me quede muda delante de la radio, no me moví durante no sé cuánto tiempo. Me paré y salí, Jared me seguía con la mirada, pero yo no sabía que iba a pasar, solo podía caminar. Tenía que salir de ahí.

Tomé mis cosas, las dos mochilas, mis armas, puse mis alforjas en un caballo (uno café de cola negra que me había gustado mucho, y se identificaba conmigo, se llamaba Black Night). No sabía a donde iría pero llevaba todas mis cosas que por cierto eran bastantes. No quería que me encontrara, no quería enfrentarlo, verlo, y yo no entendía el porqué, no sabía porque me daba tanto miedo. Cabalgué dos días y medio, me quedé en una zona abandonada cerca de Durango. Fue un lío deshacerme de los alacranes e insectos, pero estaba demasiado cansada, no podía continuar. Mandé un mensaje a mis amigos de mi paradero y traté de dormir,  aunque me preocupaba mi caballo.

Me levanté casi en la madrugada, me sentía observada. Lo vi parado con un sobre en la mano. Me observaba, callado, desconfiado de mí. Dejó el sobre en mi mochila, se dio la vuelta y salió. Me levanté detrás de él, corrí para encontrarlo, lo estuve buscando en los alrededores, pero sabía que si él no quería que lo encontrara, no lo iba a encontrar. Me quedé quieta, sintiendo el corazón palpitar muy rápido, mis calcetines se habían humedecido por la tierra mojada. Error. Salir en calcetines. Sentí como el aguijón me cortaba la piel y también como inyectaba el veneno, el palpitar de mi corazón era tan rápido que inmediatamente me arrodillé por el veneno, maté con una piedra al estúpido animal y caí de bruces. Empecé a sudar y no supe de mi (maldita sea, otra vez).

Desperté en el mismo lugar que la última vez que perdí el conocimiento. Pero ahora reconocí el lugar, sabía que estaba en casa de él. Me intenté levantar, pero tenía amarrado el pie a la cama, me producía un escozor espantoso, y no sentía el pie. Me levanté, tenía fiebre, (haciendo cuentas, significaba que no había pasado mucho tiempo) vi que tenía un torniquete elevado y detenido por una especie de cinturón de cuero, lo intenté desamarrar pero no podía, estaba muy mareada. Él me estaba viendo, sonriendo, (no, por favor, me derrito) cuando lo miré, dejé de forcejear. Cerré los ojos y caí en inconciencia. En la madrugada, con las horribles pesadillas solo sentía el lienzo fresco en la cabeza.
 – Vamos, no dejes de pelear, ayúdame- Escuchaba su voz como debajo del agua. Yo me hundía más en el abismo de mis pesadillas, esas manos largas  que me llevaban al fondo del mar, era la primera vez que las veía, me quería dejar llevar por ellas, sabía a donde llevaban y las había estado buscando desde mucho tiempo atrás. 
- No te vayas, quédate aquí, no te puedes ir, no ahora, escúchame- Seguía oyendo su dulce voz,  que en realidad no tenía nada de dulce; no quería dejar de escucharla. Sin esperarlo, sentí un frío que me detuvo el corazón, o eso parecía. Me debatí en la cama por parar ese frío aguijoneante, pero no estaba en la cama, estaba en otro lado, me quería mover, pero titiritaba demasiado. Creo que en mi delirio solo repetía su nombre. Sentía el agua en la cara. Empecé a tomar consciencia de todo alrededor mío. Su mano en mi espalda deteniéndome en el agua, mis piernas flotando en el líquido, su otra mano mojándome la cara con todo cuidado, su cuerpo rozando el mío, el frío. Estaba muy nervioso. No por favor, no te pongas así por mí, no te preocupes. Las palabras nunca salieron de mi boca, eso espero.

Sentí todo el martirio. Como me sumergía una y otra vez en el agua, como me sacaba del agua y me subía por las escaleras. Como me ponía en las sábanas heladas. Las pesadillas eran espantosas, gente desmembrándose, unos a otros, otros persiguiéndome, y solo me calmaba su voz cada vez que despertaba aterrada. La calentura cedió la siguiente tarde. Y él estaba ahí. Empecé a creer que nuestra cadena era que el me salvaba de morir y yo lo salvaba de él mismo.

-No te quiero perder, eres mi amiga, mi confidente, esa persona con la que puedo estar y derrumbarme, quiero que estés en mi vida, pero no te puedo dar lo que tú quieres, te voy a lastimar- Me dijo mientras me daba de comer, y me curaba la cortada que me había hecho para succionar el veneno. Le tomé el rostro en las manos y le sonreí.
 – No debes de hacerte responsable de mis sentimientos, yo soy la que decido si quiero sentir esto o no, y quiero sentirlo, tu eres honesto conmigo, no puedes culparte por mis sentimientos, ni por el daño que vaya a sufrir, cuando yo soy la que se está entregando- Le dije mientras veía sus ojos multicolor, pensando en lo que le decía. De una manera sabía que podía lograr que me amara, pero si no lo lograba no importaba, quería seguir cerca de él.

Supe que la decisión estaba tomada cuando me volvió a besar y no paramos hasta la madrugada. El cambio en él era mínimo, pero con lo que respectaba a mí, él era más cariñoso, más risueño, seguía siendo una máquina, pero conmigo era un poco más humano. El verlo seducir mujeres, el verlo cazar, me producía un extraño placer. Pero sabía que no importaba que yo me hubiera vuelto tan importante en su vida, él podía no sentir lo que yo sentía por él, aunque lo quería intentar.

Esta vez las cosas se dieron diferente, me escapaba de vez en cuando a ver a mi gente, cuando estaban lo suficientemente lejos de nosotros como para despistarlos, me reunía con ellos. Yo confiaba totalmente en todos los míos, pero no permitiría que entraran en nuestro lugar secreto, era nuestra fortaleza y nadie debía entrar, al menos a mi parecer. Seguimos así hasta el final del año, éramos amigos, amantes, familia, pasábamos mucho tiempo juntos, nos bastábamos, pero yo no pasaba de ser lo que él quería, solamente su amiga, la mejor y más cercana, y por otro lado su amante, aunque era la única y eso me daba seguridad. Yo tenía miedo que alguien llegara al lugar que tenía yo en su corazón, que alguien llegara a ser un mejor equipo con él, conociéndolo como lo hacía, no sé cómo dudaba y tenía miedo.
Las festividades llegaron, y decidimos pasarla solos en navidad, muy a su pesar, ya que sé que él hubiera preferido que me fuera con mi gente, pero yo tenía demasiado miedo para salir, siempre he odiado esas fechas, y aunque me demostró lo mal que le caía por haber interrumpido su espacio en ese momento, me dejó quedarme. El verlo tan molesto conmigo me hizo casi salir huyendo, ¿Por qué me podía tanto que se enojara? Me daba tanto miedo que me odiara, que prefería pasármela atormentada en medio de la selva, aunque probablemente lo debí de haber hecho, lo prefería a verlo con los ojos negros que tanto me dolían, pero no lo hice, y probablemente ese fue mi primer error mortal, aunque ninguno de los dos lo sabíamos en ese momento.

A fin de cuentas no estuvo tan mal, cuando menos al día siguiente, así que me reuní con mi gente y estuvimos disfrutando de las celebridades, incluso él estuvo ahí, yo me puse mi único vestido, y flores en el cabello, me lo alisé e inclusive me maquillé, para que el me viera hermosa, y aunque no se separó de mí en ningún momento, nunca hizo ningún comentario acerca de mi aspecto. Todos los demás parecieron notarlo, pero él no.

A mí me gustaba hacer bromas el día de los inocentes, así que escribí una carta para él, medio en serio medio en broma, honestamente rechacé la idea, ya que no lo quería hacer enojar, solo iba a ser un juego, pero uno peligroso ya que la carta decía que quería todo o nada, deseché la posibilidad, pero él me había visto escribirla y tirarla, cuando me di cuenta, el péndulo se había accionado en mi contra, y cuando entré a la casa encontré una nota de él, no podía dejar de llorar, sus palabras reflejaban un gran amor, pero él ni siquiera lo había notado, y solamente me dejaba ir otra vez, se alejaba de mi nuevamente, sin dejarme explicarle nada.

Cuando lo que sea que pasó comenzó, te explique perfectamente bien como era, y te dije que ibas a terminar lastimada. Lo siento de todo corazón. Nunca fue mi intención. Lamento esto, el mal rato que te hice pasar en navidad y cualquier otro del que no me haya dado cuenta o que no haya considerado relevante, nunca fue intencional, eres una de esas pocas personas a las que lastimarlas a consciencia, no me hubiera otorgado ningún placer. Siempre que hablamos de nosotros recalqué la parte de amigos, porque para mí siempre fue lo más importante, pero para ti supongo que lo más importante es ese extra que sientes y que para mal no puedo compartir. Entramos en esto con perspectivas distintas y aunque hice lo posible porque funcionara y obtuviéramos lo más posible cada uno supongo que era imposible. Yo siempre obtuve de ti lo que necesite y te doy las gracias, si no fue igual de tu parte te pido perdón. Quiero creer que fui un buen amigo, y que lo sigo siendo (si me necesitas en algún momento) pero en el otro aspecto ni fui ni puedo serlo. No sé cuánto hayas sufrido al tener que ser mi amiga queriendo algo más, traté de no abusar de eso pero a lo mejor no pude, si fue así no me di cuenta, mi intención nunca fue la de hacerte sentir incómoda. Desde el principio te expliqué como era, pero supongo que no es suficiente ahora. No sé cómo vaya a funcionar esto, tenemos que seguir en los asentamientos juntos (aunque buscar otro lugar ahora me comienza a sonar bien) las reglas las pones y yo las sigo. Al final termino perdiendo a mi mejor amiga, a mi confidente, a la persona a la que podía contarle todo, mis miedos, mis sueños y mis rarezas. La necesito y la voy a extrañar, pero no pienses que es chantaje. Voy a extrañar hablar contigo y que me hables, tus extravagancias y tus manías, así como los problemas en los que te metes, que parece que nunca van a acabar. Recalco que si en algún momento me necesitas ahí voy a estar. Pero lo que más voy a extrañar es verte desarrollar esas cosas que te faltan pero que sabes que quieres. Sé que mis modos nunca fueron los mejores pero el fin es que lograras lo que quieras. Si nunca te alimenté demasiado el ego es porque no te hace falta, es muy grande, y lo que necesitas, desde mi perspectiva, es, no alguien que te diga lo maravillosa que eres, todo mundo lo hace, sino en que fallas, para aplicarte a corregirlo, si te sirve de algo, tu hiciste eso para mí. No tengo más que decir, de nuevo, siento si te hice pasar malos ratos, te hice sentir mal o no fui lo que querías. Te quiero y espero que estés bien. Finalmente lograste sacar mi parte melancólica. A lo mejor hay más cosas que decir pero no se me ocurren ahora.

Corrí desesperada, pero sus cosas no estaban, al menos no las que cargaba para viajes cortos. Tomé la decisión de buscarlo, de explicarle y esta vez no me iba a detener. Me había equivocado y había provocado dolor en la única persona que consideraría mi familia, sin serlo. Había lastimado a mi flor de loto. Busqué en las frecuencias si alguien lo había visto, y le dejé un mensaje

Perdóname, era una broma, no pensé que fueras a creerlo, fui una estúpida que solo espera que la perdones, lo que siento por ti es verdadero, pero nunca ha sido condicionante, discúlpame, por haberte lastimado, por haberte alejado, lo menos que quise fue lastimarte yo a ti.

Dejé el mensaje en una frecuencia alterna y dejé la nota en todos los poblados cercanos y en la casa, me fui para buscar ayuda y encontrarlo. Tardé seis días en hacerlo. Estaba en área de caza. Al verlo quise tirarme a sus pies e implorar por un perdón que no merecía. Pero no pude. Me quedé ahí parada enfrente de él, mientras sus ojos reflejaban dolor, enojo, no sé, eran rojo opaco. Nunca había visto ese color en su cara. Apreté la mandíbula, no dije nada, bajé la mirada pues no estaba acostumbrada a ser yo quien se equivocaba.
 –Solo quería saber si estabas bien, perdóname, espero hayas visto u oído mi mensaje, la carta fue un error, una broma de mal gusto- Me temblaba la boca, había estado llorando y no le permitiría ver mi debilidad. Me di media vuelta y regresé a la casa del claro, iba a recoger mis cosas e iba dejar que decidiera él, no podía presionarlo más, no podía hacerlo elegir algo diferente a lo que él era, y aunque todo había sido una broma, yo había entendido mi realidad en su mundo.

Tomé mis cosas, dispuesta a aceptar sus reglas, pero cuando salía él ya estaba ahí, en uno de las pequeñas casitas de madera que usábamos como refrigerador, sacando una pierna de algún animal. Me observo bajar mis cosas, ponerlas en el caballo, subirme a él, y partir. Pronto solo oía cascos de caballo, seguí andando media hora más, cuando oí otros cascos cerca de mí, era él. Frené.

-¿A dónde vas?- Me dijo aun con voz molesta, pero sus ojos ya no eran rojos, se tornaban miel.
 – Sé que me equivoqué, no hice lo que debía, tu carta me dejó pensando, y tú nunca vas a poder vivir con esto- le dije apresurando mis palabras.
 -¿tú puedes vivir con esto?- me preguntó en su particular tono de sorpresa, de decisión, cuando algo no dependía de él si no de alguien más, pero él estaba convencido de ello, cuando se sabía capaz de refutar un argumento.
 –Por ti lo haría, no sé si entiendas lo que significa que me hayas enseñado tanto, y que no importa lo que pase, pago el precio de estar a tu lado, no me importa salir lastimada si es lo que tiene que pasar- Se lo dije, igual de convencida que él, de que yo sabía la verdad y que no me importaba.
 –Es un precio alto, tu pacto con el diablo es algo caro- Me dijo, sopesando mis palabras.

Nosotros manejábamos una teoría acerca de lo que es el pacto con el diablo. El me la explicó a mí y yo la consideré verdadera cuando la entendí. Cada persona paga un precio por lo que quiere, pero a veces no quedas satisfecho con los resultados o el precio a pagar es muy alto. Mi respuesta a esto es que yo pagaría el precio de lo que quiero, siempre lo he hecho y él, no era mi excepción.

Sin bajarse del caballo desamarró las alforjas del mío. –Vamos, hay cosas que hacer y que arreglar- se giró y hecho a galopar. Yo giré sin entender que había sucedido y fui detrás de él. Ese día estuvimos atareados arreglando nuestro claro, Las canaletas de agua necesitaban parches y las pequeñas construcciones traseras que eran una sala de herramientas, nuestro cuarto frío y una especie de lavandería, necesitaban arreglos en las puertas y en los techos. En la parte de abajo de la casa, teníamos nuestro arsenal…Pero aun teníamos suficientes armas para destruir la mitad de los asentamientos humanos y aun sobrarían para nuestro claro.

 Ambos estábamos seguros de, que en caso de que alguien lograra sortear todas nuevas trampas y entrar al claro, la única manera de salvarnos era destruir todo por completo, aunque nos doliera en el alma destruir ese sitio tan querido.

Subimos a la casa juntos.
 -Ya no te voy a volver a tocar, no te quiero fuera de mi vida, pero el sexo solo empeora las cosas, ya llevamos un año así y no sé qué hacer para evitar lastimarte- me dijo mientras tomaba mis manos, un año, eso era cierto.

Me quedé pensando en todas las cosas que habíamos hecho juntos, cuando conocí a su amiga Jersey, un día mientras íbamos a comprar café y libros a los asentamientos, vi de lejos a su familia, solo nosotros sabíamos que ella traficaba combustible, y cargadores solares (nuestra única fuente “eléctrica”) que eran de las cosas más codiciadas en ese entonces.

Recordé cuando salimos por única vez a ver a su gente, con la que él había crecido, y a los cuales quería, pero casi nunca estaba cerca de ellos, sin importar cuanto cariño hubiera, él había nacido para estar solo, él tenía solo 4 amigos. Los 4 eran mercenarios, los únicos que sabían quién era. Lean, que por su parecido yo podría decir que eran hermanos aunque no estaba segura, era muy agradable y era probablemente con el que más contacto tuve, él le ayudaba a hacer las construcciones ya que era muy bueno con las manos, cuando tu conocías a Lean seguro te caía bien, ya después era un poco más difícil, porque su personalidad era algo complicada, supongo que era el soltero eterno por esta razón; peleaba mucho con Kaleb,  pero pese a todo yo sabía que era el, el que mi extraño amigo quería más, él era el que iba de vez en cuando al claro.

 Casi no estaba cerca de nosotros, pero recuerdo muy bien cuando Kaleb sufrió de un mal por envenenamiento en los ojos, Lean fue el que me estuvo ayudando a encontrar los remedios y a cuidar de Kaleb, ese día no dijo nada, inclusive compartió con nosotros y no dio la lata que acostumbraba, en verdad estaba preocupado por él, y se le notaba, fue la única vez que demostró ese cariño recíproco y yo pude verlo de cerca.

Ashté era el más jovial, siempre estaba con su novia, la cual era muy agradable y ambos, eran dos partes de un mismo ente, se complementaban y eran los ojos del otro, también se llevaban muy bien con Lean, pero en nuestra estancia en su campamento, huían con nosotros para separarse de él. El mes que pasamos con ellos, pude ver la lealtad que le tenían a Kaleb. Recuerdo mucho que era un ser protector, en una de las grandes fiestas del asentamiento más cercano, las cosas se salieron de control, solo un poco, demasiada gente, yo venía atrás de Kaleb, pero él venía protegiéndome también, del otro lado, venía su novia, a la cual cubría con mucho amor. Era una bestiezota, pero era de esas personas que protege a la gente que quiere, ocupando toda esa fuerza para hacerlo.

El más lejano a mí, pero no por eso menos agradable era Rocco. Era el mejor amigo de Ashté, y al igual que al primero, se le veía en los ojos la adoración por su novia, ella era un poco más complicada que Ariel (la novia de Ashté), era más reservada y callada, no era fácil que se uniera al grupo, al parecer su juventud había sido muy difícil, y hubiera seguido así, de no ser por Rocco, que la sacó de ese horrible asentamiento donde ella vivía. Le costaba unirse a la vida con libertad. Aunque debo de reconocer que yo nunca tuve un mal momento con ella, todos cuentan que si era muy hermética, para cuando yo me relacioné con ellos, ella era lo único que los ojos de Rocco veían con adoración y ella ya no era la niña reservada y miedosa de la que hablaban. A mí me gustaba ir a su casa a comer, algo diferente a la sazón de Kaleb y mío.

Desgraciadamente no pasé tanto tiempo con ellos como me hubiera gustado, ya que solo estuvimos un mes en el campamento de ellos, preparando un cargamento de armas para que se lo llevaran, cuando volvieran a viajar.

Por último conocí a Nifká, que podría decirse que era como Kaleb en casi todo, gustos, al hablar, su manera de pensar, él también era un solitario empedernido aunque también tenía una pareja fija (el único que no tenía a alguien “formal” era Kaleb que no creía en eso y bueno, Lean, que presiento que no era tan voluntario como decía). Él era el único que, aunque venía del mismo grupo de soldados que los demás, él no se acerba a ellos, como que no se llevaban. De hecho él no vivía en el campamento, si no en un asentamiento.

Extrañamente me hubiera gustado conversar más con él. Pero eso nunca se pudo, las tres veces que lo vi, bueno, desde el primer momento cambiaba de frecuencia con Kaleb y era muy difícil seguirles el paso, bueno nunca lo intenté. Ahora que lo pienso, la única vez que me he sentido desplazada totalmente por alguien fue cuando lo conocí, ese día yo no había planeado salir, pero cuando supe que iba, decidí salir corriendo, extrañamente la única opinión que me ha importado acerca de la extraña relación de Kaleb y mía, era la de Nifká, a saber porque. De todas maneras nunca supe lo que pensaba. Pero ese día en cuanto llegó hizo ese cambio de frecuencia y Kaleb no fue ni para decirme nada, me fui sin que él lo notara siquiera.


Bueno, en verdad habíamos hecho muchas cosas desde que estábamos juntos, el hecho de tener amigos no lo volvía más humano, ya que estaba muy poco con ellos, y creo que lo hacía más que nada por intercambio, a mi parecer Kaleb podía vivir sin nadie si se lo proponía, pero me gustaba que la única que hubiera cruzado esa barrera, fuera yo. No sé cuánto pasé recordando todo esto, pero él no soltó mis manos en ese tiempo, me acerqué a él y lo abracé.

Iba a jugar mi última carta, la verdadera, algo que en verdad sentía y creía, y sabía que podía no obtener, el mejor resultado para mí, pero que no importaba lo que pasara, éste iba a ser definitivo.
 –Si decides que solamente seamos amigos, solamente va a ser eso, y no hay posibilidad de nada más, porque vamos a ser como hermanos, amigos normales y la relación será así, como con Nifká o Rocco, ya no estaré aquí y las cosas cambiarían, pero no volveríamos a ser lo que ahora somos-.  Me soltó al oírme decir esto. Se quedó pensando y me miró cuando volví a hablar.
 – Lo que yo siento por ti, está ahí y tengamos sexo o no, no va a cambiarlo, porque no tiene que ver con el cuerpo, si no con la afinidad de almas que tenemos- Me separé más, y bajé. No podía hacer nada hasta que el no tomara una decisión, así que me aliste para despedirme de todo, esta vez con calma, sin dramas.

Me desvestí y me metí a la parte de agua corriente que teníamos en la presa, como siempre, el agua estaba tibia y yo ya entendía para entonces que no había criaturas con dientes filosos dentro del agua. Dejé que el agua rozara mi cintura, mi cadera, mis piernas, me sumergí un poco, deje que ésta, acariciara todo mi cuerpo hasta mi cuello, me levante; me fascinaba la sensación de frío que recorría mi cuerpo, como mis poros se tensaban y mi piel se ponía un poco más tensa, sentía como mi cabello escurría toda mi espalda. No sé cuánto tiempo pasó.

Sin esperarlo, sentí unas manos calientes rodeando mi cintura. Me volteé, estaba desnudo, pegándome a su cuerpo, tanto que yo podía sentir su rigidez, me jaló del cabello con una mano, y con la otra, me araño la espalda con mucha pasión. Sus dedos fueron cediendo en mi piel, pero no me soltó. Yo estaba mojada, así que las nalgadas se oían más fuertes, su beso seguía siendo salvaje, pero yo no sentía dolor alguno, estaba tan excitada como él. Y sin darme cuenta salí del agua, empujada por su cuerpo, me tumbó en el piso y me penetró con furia, con desesperación. El gemido que solté fue de los más altos que he dado. La necesidad de ambos se tornó algo intenso, nunca había necesitado sentir un cuerpo así, la necesidad de sus labios, y aunque él no se daba cuenta, la necesidad era recíproca, sé que él no lo notó al principio, pero en un movimiento, mientras no dejaba de besarme, me tomó de las manos y no me soltó hasta que no terminó la efusividad de aquel primer abrazo. El cambio fue inmediato.

Hay que entender que la manera en la que él siempre había tenido sexo, era solo eso, aunque era salvaje, apasionado y muy buen amante, nunca se dejaba llevar por otro instinto que no fuera el deseo. Pero en esos momentos, se dejó llevar por la necesidad, llegando al punto de hacer cosas que él nunca hubiera permitido antes, se dejó llevar por la desesperación, y puedo apostar que se dejó llevar por algo más. Por primera vez después de tanto, él se acercó a mí y me abrazó, estuvimos abrazados durante un largo rato.
 –Ay Kira, ¿qué voy a hacer contigo?- me dijo mirándome, reconociendo su derrota. Yo noté tantas cosas, pero no podía creerlas, no de él, en verdad me había dado cuenta que ahora todo iba más allá. Preferí quedarme callada, como siempre que me daba cuenta de las cosas y él no, para evitar que saliera corriendo.

El siguiente encuentro lo tuvimos en la cama, fue igual de intenso, y nuevamente sus manos apretaron las mías para no soltarlas, inclusive la penetración cambio por un par de minutos; hasta que el no pudo más, y volvió a su ritmo, a hacer las cosas para él. No puedo negar que me trató con todo el cuidado del mundo, a pesar de la pasión que sentía, que la diferencia se notó desde el primer minuto, que la necesidad era diferente a la que alguna vez habíamos sentido alguno de los dos.
El sentir su respiración tan cerca de mí, el tenerlo abrazado a mi cuerpo, descansando, sintiendo su pecho subir y bajar como si estuviera profundamente dormido, me hizo tener la fuerza para no dejarlo ir, secretamente esa noche me prometí a mí misma que lo iba a hacer el hombre más feliz del mundo, ya solo me quedaba solucionar el pequeñísimo hecho, de que él se diera cuenta de lo que sucedía y no saliera huyendo.

Pese a lo que yo creía, las cosas no cambiaron, y en mi cumpleaños pasó algo que tampoco me esperaba. Ya sea porque él mismo lo estaba asimilando, o por darme gusto,  fue la primera vez que delante de todas las personas presentes, me besó y me tomó de la mano, todo ese día fue así, junto a mí, sin importarle o sin fijarse en la cara de sorpresa de todos los que nos veían. La gente no lo podía creer, mi grupo no lo podía creer, yo no lo podía creer, y el… no se daba cuenta de esto.

Esa noche volvimos a estar juntos, y nuestras manos estaban nuevamente enlazadas. El bañarme con él era aún más increíble, porque no podíamos dejar de besarnos debajo del agua, de tocarnos y de disfrutar el cuerpo del otro. La química y la compatibilidad intelectual, física y sentimental, había pasado a otro nivel, a un nivel espiritual tan elevado que casi podía ver como nuestros seres incorpóreos se unían y se fundían, como parte de uno se quedaba en el otro, hasta formar una esencia combinada, y si bien al separarnos, volvíamos a tener nuestra aura propia, había trozos de color del otro, ya mezclados, arraigados, parte del otro ser.

Cerca de primavera, tuve que salir de mi rutina, habían llegado soldados europeos a intentar conquistar tierras nuevamente, por lo que tenía que ir a conseguir vehículos y pólvora, algunas otras cosas más.

Manejé 20 días para llegar a donde iba, me tardé unos días en establecer contacto y hacer la transacción, a los 42 días, ya de regreso, en un asentamiento muy al sur del continente, donde aún era invierno, yo me encontré con el único hombre con el que yo había compartido más allá del lecho, el hombre que consideraba el amor de mi vida. Estaba en un estado deplorable, se veía perdido, supongo que su vida como juglar no le había hecho ningún bien, y el haberme abandonado por irse con una mujer normal, que lo hiciera sentir protector, y por la cual me había dejado, tampoco le sentaba bien.

Isaac era el hombre al que yo le guardaba gran parte de mi corazón y de mi entrega, al que pensé que no importaba que momento fuera, yo iría hacia él, a su voz de “regresa”. Él estaba triste, deprimido, el sentirse caballero andante, no le bastaba y no porque me necesitara o yo creyera que alguna vez me había amado, si no, porque el ideal que el buscaba en una mujer, era imposible, cuando menos con la pareja que tenía, una perra posesiva y loca, que además de mosca muerta era inmadura y envidiosa. Obviamente esto había mellado su espíritu y lo había cambiado.

Cuando lo encontré, estaba ebrio, en un estado que humillaría hasta la clase social más baja, tirado afuera de una taberna. Yo había parado la noche en ésta, porque necesitaba dormir, llevaba muchos días fuera de mi espacio y después de conseguir té y otras cosas, entre ellas un poco de café y un par de cargadores solares, litros de combustible, 60 kilos de pólvora, balas verdaderas, una ballesta y un vehículo 4 x 4 que tendría que llevar campo traviesa, armado con una metralleta, lo único que quería era regresar a la zona segura a la que ya me había acostumbrado.

Salí a disfrutar de la baja temperatura y de la noche estrellada, pensaba en lo fácil que había sido volverme un poco más sedentaria, nunca había pensado que un solo lugar me traería tanta paz, y sin embargo no necesitaba nada más, aunque cuando salía de mis zonas básicas de confort, volvía a ser la misma criatura salvaje que llevaba armas hasta debajo de la ropa interior. Y mi instinto no menguaba.

-Kira, ¿eres tú? Pero ¿Qué haces aquí? Creí que estabas al norte, por Canadá, eso me han dicho Jared y Adoné cuando han venido para acá, dijeron que te habías casi perdido en el territorio boscoso, ¿Cuándo decidiste cambiar de rumbo?- Me dijo casi arrastrándose como un vagabundo a punto de recibir la mejor comida de su vida, solo que él estaba más limpio y menos desnutrido.

La primera sensación al verlo fue una arqueada de mi estómago, como si quisiera vomitar, la segunda reacción fue abrazarlo, y si bien, lo hice, soltarlo no me costó nada de trabajo, y no era por el mal olor, simplemente, no necesitaba de su contacto ya. Estuvimos hablando durante mucho tiempo, me pidió que me fuera con él, a las tierras de sol, donde podríamos quedarnos en un poblado, o si yo lo quería, viajar con mi grupo por todo el continente, limpiando pueblos. Me pidió que cambiara mi vida, que volviera a amarlo. Yo dudé. No sabía qué hacer, él había sido todo para mí, y aunque sentía mucha lástima por él, no podía negar que también sentía algo de amor, todavía.
Le pedí tiempo para pensar y mientras él se quedaba en la taberna cantando su poesía sin que nadie quisiera oírlo (en verdad era mala), yo subí a la habitación y dormí. Mis últimas cavilaciones fueron acerca de que yo nunca me quedaba en asentamientos, siempre había preferido los lugares desiertos, las ciudades abandonadas, ¿Por qué ahora había cambiado de opinión?, ¿porque lo tenía que encontrar?

Desperté entrada la mañana, fui a la presa donde se bañaban las mujeres, lo hice muy rápido, no quería miradas en mi cuerpo, ni más desconfianzas, aunque no resultó. Me vestí con un pantalón limpio y un sweater de lana negro, entallado, mis botas de piel y unos guantes de cuero; todo mi equipo y todo el contrabando estaba escondido muy lejos, en un lugar seguro, y yo quería irme lo antes posible, ya que tenía que cubrir a pie todo el camino, hasta llegar al vehículo, extrañaba a mi caballo, pero no podía llevarlo si planeaba cruzar el continente en un jeep.

Estaba desayunando en la taberna, cuando Isaac llegó bañado y tan adorable como lo recordaba, su pantalón no era de batalla, era de pana, elegante, con un sweater café tejido y con botones, sumamente metrosexual, usaba zapatos (¿Quién hostias usaba zapatos en estos tiempos?), eran negros y muy gastados.

Hubiera preferido no verlo, pero  después de reconsiderarlo lo suficiente, y de discutir con él, lo dejé acompañarme, ya eran casi las 3 de la tarde cuando partimos y si le hubiera permitido seguir discutiendo, hubiera perdido un día más de camino. Fuera del pueblo le conseguí unas botas de casquillo, no las quiso usar (allá él, después de 5 horas caminando, veríamos).

A la media noche me pidió que nos detuviéramos, estaba cansado y no dejaba de quejarse, usaba las botas desde 4 horas atrás, pero al parecer no estaba acostumbrado a caminar y caminar y caminar. Nuestro ritmo era demasiado lento. Yo estaba segura de que si salía a las 3 de la tarde, a las 10 de la noche ya estaría en el jeep, pero con Isaac llorando, nos faltaban al menos 4 horas de camino.

Ya había perdido el día y no había manera de avisarle, ni a Kaleb ni a mis hermanos que no iba a llegar el día pactado, así que baje mi bolsa de dormir, preparé mi lanza dardos, cargué la escopeta y prendí una fogata, me senté sobre la mochila e Isaac, se fue a acurrucar junto a mí. Yo me levanté, molesta, lo iba a patear para que se  quitara de mi bolsa de dormir, pero ya estaba profundamente dormido. Eran mediados de marzo, pero aun así el frío era intimidante. Así que me puse mi chamarra militar y dormité lo más posible, para reanudar camino cuando pudiera. Desperté y ya estaba el sol en su esplendor, eran las doce del día, más o menos. Isaac seguía durmiendo. Lo desperté cuando había abierto un par de latas de atún y lo insté a comer.

Comimos en silencio y reanudamos la marcha como a la 1.
Haciendo cuentas íbamos a llegar al vehículo como a las 9 de la noche, si él seguía avanzando tan lento.  No dijimos nada durante un buen par de horas, pero después no le metí una bala en el hombro, porque las aprecio más que su vida (en esos momentos), su insistencia de volver, de reclamarme, de decirme tantas cosas, me desesperaron y si no es porque en verdad le tenía una extraña clase de amor, lo hubiera abandonado en medio del bosque.

Como yo temía, llegamos al vehículo a las 9 de la noche. Eso era bueno, porque para el camino que había planeado, aunque desierto, era mejor pasar lo más desapercibidos posibles, yo llevaba un tesoro, y no lo iba a dejar en manos de ladrones de caminos, ni de mercenarios de segunda.

-Súbete, apunta la escopeta, y cállate, si escuchas algún ruido raro, no dispares ni digas nada o te bajo en ese momento, a menos de que yo te lo diga, ¿entendido?- Le dije mientras prendía el jeep y arrancaba. Sintonicé la radio, frecuencia de las 10 pm, un mensaje corto de que iba en camino, no más detalles. Ellos estarían de ahora en adelante al pendiente 2 frecuencias más arriba de la del último mensaje, si algo me pasaba tendrían que entrar en acción.  Contaba con la noche para que no brilláramos mucho. Pero al faltar una hora para entrar en zona custodiada, nos intentaron asaltar. Isaac fue más útil de lo que pensaba y logró perderlos, pero la alerta ya se había corrido y los ánimos iban a estar caldeados. Yo iba a tener que explicar en medio de 4 hombres nerviosos, (de los cuales mínimo 3 detestaban a Isaac), por qué venía conmigo, y eso no iba a ser agradable.

Al llegar lo primero que hicieron fue apuntarle, y cuando Alan lo reconoció, lo primero que intentó fue dispararle, pero me puse enfrente de él y sin decirle nada le di mis cosas, le habló a alguno de los más chicos para que descargaran.

Mi retraso los había puesto muy nerviosos y con ansias de sangre y eso dio la posibilidad de que estuvieran los cuatro reunidos, más dos de los primos. Alan y Jared se detestaban  a muerte, pero después de mis muchos ultimátums decidieron hacer caso y hacer un frente común, y ahora tenían un motivo más, para estar del mismo lado. Kaleb estaba con ellos. Los 6 hombres me miraban con tensión en los labios. Instintivamente yo estaba delante de Isaac, si me quitaba, Alan o Jared lo matarían sin problemas. Adoné caminó hacia mí. Se puso delante de Isaac también, Alan se enfureció, le grito que se quitara, pero después de unos minutos de tensión bajó el arma. Jared estaba más tranquilo, apuntando y esperando un error. Misael y Antón que eran los dos primos, bajaron las armas y se sentaron, esperando la historia. Kaleb me veía extrañado, dudoso, y no se acercaba, pero tampoco participaba en el enfrentamiento.

Como pude les conté la historia, el encuentro, su lentitud, los asaltantes del camino y como gracias a Isaac había salido bien librada y sin problema del asunto. Adoné le pidió a Alan soltar el arma, y yo le pedí a Jared que la bajara
-solamente porque te salvo la vida esta noche, le perdonaré la suya- me dijo.
 – Y además le darás una cama y comida, sin enojarte y hacer rabietas- Le dije mientras me quitaba de la línea de fuego, ahora inexistente, y abrazaba a Kaleb, que me sostuvo sin besarme, para solo sonreírme con mucho cariño. Nos retiramos a nuestra tienda.

Ahí dentro le conté la verdad de los hechos, quien era Isaac, lo que significaba en mi vida, y lo que me  había pedido, él estaba sentado a mi lado escuchando con la mirada triste.
 –Sé que si las cosas fueran al revés, me darías la oportunidad de irme, para que supiera que es lo que quiero, y aunque no me hace ninguna gracia dejarte ir, lo voy a hacer, y espero que regreses- No se rompió pero si vi una inmensa tristeza en su mirada.
 – No entendiste nada ¿verdad? Solo te estaba contando lo que pasó, como todo te lo cuento, no me pienso ir con él, aunque  tú no quieras darme lo que él me ofrece, no importa, yo me quedo aquí, a estas alturas, no me interesa nada con el- Le dije algo enojada, no entendía porque Kaleb creía que yo me quería ir con Isaac. ¿Acaso el no creía en el amor que le tenía, pese a todas las demostraciones constantes?

Me abrazó y nos recostamos en la cama,
- Sé que no te puedo dar la relación que él te ofrece, pero no sé si te sirva el hecho de que desde el día en que decidí que no nada más éramos amigos, tomé conciencia de que si te tenía que llamar de algún modo, eras mi pareja- sus palabras me tomaron por sorpresa, por poco me caigo de la cama. Ese día nos desvivimos el uno por el otro, entre caricias y besos, entre risas y gemidos. Era casi medio día cuando dormimos abrazados, y yo me enfrenté a la felicidad que nunca había conocido, ser amada y amar a la única persona con la que todo mi ser era afín.

Desde ese día las cosas cambiaron todavía más, ya que éramos la mitad del otro, y aunque teníamos espacios libres para hacer nuestras propias cosas, tanto él como yo, disfrutábamos mucho de ese tiempo que pasábamos juntos, tomados de la mano, abrazados. Éramos la complementación perfecta, el equipo perfecto, un arma sin errores y un monstruo capaz de acabar con todo, ya que nadie podía dañar nuestras barreras, ni lo que éramos. Solo existían un par de puntos débiles. El principal, la única manera de destruirnos era por medio del otro. El conductor, que no nos dábamos cuenta, cuanto sacrificábamos por el bien del otro, y el reconocerlo significaba enfrentar, o la separación o la pérdida de libertades.

Al ser el cuerpo de mercenarios más fuerte, estábamos llenos de enemigos, pero el hecho de estar con quien yo estaba y ser lo fuerte que éramos, también los ganaba al por mayor, la envidia, la frustración que la gente sentía y la sensación de indestructibilidad que nosotros emanábamos, no nos llevó por el camino que siempre había seguido, que era la gente nos evitaba y ya. Hubo muchos factores que cambiaron las cosas para nosotros, ya que, aunque separados los enemigos eran pequeños y obsoletos, juntos eran bastante molestos. Pero mi  ego era demasiado, así como mi miedo de perderlo, así que no preví lo que iba a pasar. Pero no quiero adelantarme.

La primavera fue maravillosa. Pasamos suficiente tiempo cerca, abriéndonos totalmente al otro, y además habíamos logrado que todo el centro del continente fuera territorio nuestro. El dominio de los asentamientos estaba bajo nuestro control, nos pagaban por la protección y a excepción de un par de lugares que le tenían lealtad a las llamadas Amazonas (mercenarias de mediana categoría que tenían fama de secuestrar a los hombres con las mejores virtudes y atributos para procrear a sus hijos), todo el territorio era seguro y la paz era algo que se respiraba. Nos habíamos vuelto mucho más sedentarios para cuidar toda el área, pero eso significaba estar moviéndonos constantemente dentro de nuestra área para ver a la gente que cuidábamos.

Un día decidí regresar al asentamiento donde había vivido mi familia de sangre, para buscar algo de mi pasado. El me acompañó, curiosamente era una de las cosas que había jurado nunca hacer, pero no sé porque decidió ir conmigo. Al llegar al lugar abandonado, me fue muy fácil ubicar donde había sido mi casa. Entré, esperando encontrarme a alguien o mínimo cadáveres, pero había sucedido 15 años atrás, y no había resto de ningún cadáver. ¿Mi familia seguiría viva? Muchas dudas me atacaron, y él lo notó, pero solo estaba ahí para brindarme soporte. Busqué entre todas las cosas, una posible huida o algo que indicara que habían regresado a la casa, pero todo estaba saqueado, encontré muchos papeles que en algún tiempo debieron ser importantes, como las actas de nacimiento de mis padres, y cosas por el estilo.

No creía que estuvieran vivos, nunca lo había hecho, pero en esos segundos, la esperanza que yo albergaba me nubló la realidad. Me hinqué y me puse a llorar. El me abrazó y me dejé vencer entre sus brazos, el esperó paciente, hasta que al fin no pude llorar más. Nos fuimos de ahí al caer la tarde. Llegando al claro, subí a la casa, me recosté y no me desperté hasta el día siguiente.

Al levantarme me sentía más tranquila, él estaba conmigo, y el saberlo me tranquilizó. Mi día comenzó bien y en la noche, después de tantos lugares que revisar por mis fronteras, no me quedó tiempo para pensar en nada más. Durante un par de semanas estuve revisando el área, solo dormía lo necesario, y cuando en verdad estaba cansada, intentaba tener mi mente ocupada en problemas reales, al igual que mi cuerpo. Cuando el agotamiento era demasiado y mi cuerpo se rendía, yo me daba el gusto de acostarme en alguna cama y no saber nada de mí. Evadía mi infelicidad, pero también evadía a todo lo demás, incluyendo a mi verdadera familia y a Kaleb.

La tercera semana al regresar al claro, escuché un pequeño gemido, un sollozo que no era humano, me detuve y me dejé llevar hacia el sonido. Encontré a un cachorro al parecer de ocelote, o de gato montés, no lo sabría decir, el animal no tendría más de un par de días, y a saber cómo había llegado a esa área. Lo recogí, tenía hambre. Lo llevé lo más rápido que pude a la casa y le di leche en una pequeña bolsa de cuero que usábamos para filtrar líquido. El animalito absorbió el líquido con muchas ganas.

Kaleb entró en la casa cuando yo alimentaba al cachorro y lo mantenía caliente rodeado por una sábana. La cara que puso era digna de ser plasmada, su horror fue tal, que entendí que él creía que yo tenía un bebé en brazos.
 – Es un cachorro que me encontré maullando a dos kilómetros de aquí, ¿no es lindo? A ti te gustan los gatos ¿no?- Y le mostré a la bestiecilla, el retrocedió y luego alargó la cabeza.
 –A fin de cuentas es un bebé, no me gustan las cosas que no se pueden alimentar solas, aunque no sean humanos- Pero vi un gesto de ternura en su cara, cuando menos por un segundo.

Cuidé al cachorro, sabiendo que tenía pocas probabilidades de sobrevivir, pero por alguna extraña razón, el salvarle la vida, me llenaba, y en verdad, no tenía nada que ver con el instinto materno, si no con la posibilidad de salvar una vida, y que esa vida me salvara a mí de la tristeza que sentía, y no entendía el porqué. Estaba acostada leyendo, mientras el cachorro ronroneaba en mi pecho, cuando el entró.
 -¿Qué te parece si le llamamos Xoconostle? Siempre me ha gustado ese nombre. Al fin, había logrado que aceptara al cachorro, así que aunque pensando en el mal gusto que tenía con respecto a los nombres, accedí inmediatamente a que el pobre felino llevara ese nombre.

El animalito caminaba, buscando su calor, no había abierto los ojos, por lo que se guiaba por el olfato. Y un día lo encontré dormido en el cuello y hombros de Kaleb, la escena me enterneció y yo por fin me sentía mejor. Dos días después el pequeño felino, empezó a enfermar, y yo gasté todas mis fuerzas y mis esperanzas en salvarlo. Él se quedaba lo más posible ayudándome. Pero una madrugada, Xoconostle murió, y en ese momento yo me solté llorando de la misma manera en la que había hecho en casa de mis padres, con la misma sensación de desesperanza de que todo se iba a ir a la mierda. No me recuperé fácil. Si soy honesta aún no me recupero, al escribir esta palabras aún se oyen sollozos, aún se ve una lágrima, y el dolor en el pecho no se reduce.

Estuve un par de días en cama, no podía ver nada, no quería salir, ni levantarme, no iba ni siquiera al baño, no comía. Solo estaba ahí. Él se acercó un par de días después.
 –No te puedes poner así, tu hiciste todo lo que pudiste, trataste de salvar la vida del animalito con todo lo que tenías a mano, no puedes estar así, tienes que entender que eso pasa, todo muere, y mejor para él, así no iba a sufrir, como lo hizo por los últimos dos días- Me abrazó y se fue.

 A las pocas horas, creo, regresó,  se sentó a mi lado de la cama, y empezó a comer pasta con queso y otra cosa. Me ofreció pero yo me negué. Empezó a hablar conmigo y de vez en cuando me daba un bocado, no me permitía rechazarlo, y así fue que comí un poco, era la única manera en la que yo accedía a probar bocado.
La tristeza que me embargaba era grande. Pero sus cuidados lograron sacarme más rápido que yo misma. Después de haber llorado por horas, hasta quedar dormida, tuve la energía para levantarme y seguir viviendo. El pesar de esa pérdida se encerró en mi corazón, pero no volví a sentirme tan deprimida nuevamente, por lo que no tuve que llenar mis tiempos de ocio con trabajo. Así que volví a ponerle atención a lo que debía, y Kaleb aceptó el cambio de muy buen grado.

Las cosas siguieron bien, me gustaba mi vida, por primera vez era feliz, y me sentía con ganas de vivir, en verdad me gustaba lo que hacía y como vivía.
En julio las lluvias eran constantes  y la presa se desbordó, nos costó mucho abrir un canal para que el agua siguiera su curso, pero lo logramos; las lluvias no pararon por un mes completo, y no podíamos trabajar bien en el claro, por lo que tuvimos que irnos a un asentamiento para poder cuidar a la gente, todos nos dividimos en las áreas que cuidábamos, para cubrirlas todas, por lo que uno o dos se quedaban en cada asentamiento.

A mí me tocó cuidar un asentamiento que nos pagaba a nosotros y a las Amazonas, ese lugar se iba por el mejor guardián, teníamos que estar al pendiente por si pasaba algo, ya que las ganancias eran bastante buenas. No nada más teníamos que cuidar a la gente de otras personas, si no de animales salvajes, que por lo reducido de los asentamientos humanos, a veces vagaban por lugares cercanos, y no sentían miedo en tomar de bocadillo a cualquier habitante del lugar.

Hay que comprender que tanto los animales como la vegetación había evolucionado a las características del lugar, para sobrevivir, los osos no nada más estaban en lugares fríos y montañosos, o los pumas en áreas boscosas, la biodiversidad estaba distribuida de igual manera en todos lados, inclusive en lugares fríos podías ver grandes iguanas, o cocodrilos, ya que tenían la capacidad de regular su temperatura, así que no era difícil encontrar animales grandes cerca de humanos.

Las lluvias constantes provocaron que las cercanías del poblado quedaran inundadas y eso acercó a las bestias salvajes, 4 pumas cercaban la ciudad, y mataron a dos personas. Tuve que salir a cazar y Kaleb se quedó haciendo guardia en el pueblo, por si los pumas se acercaban. Acampé cerca de donde los habían visto matar a las dos personas, y saque medio animal muerto y lo puse en una trampa, esperé hasta que los felinos se acercaran.
Los felinos se acercaron, eran 3, maté al primero con facilidad, pero cuando estaba a punto de atacar al segundo, alguien lanzó un dardo, el dardo espantó a los pumas y se fueron corriendo. Bajé del árbol donde estaba, e intenté apuntar al idiota que había disparado con la ballesta, pero la lluvia era tan fuerte que no veía nada. Tomé el dardo del suelo. Estaba mal hecho, tenía pedazos de metal, no estaba calibrado. Era alguien que no tenía el equipo para hacer sus propias armas.

Vi una sombra acercándose a  mí, arma en alto. Levanté la mía, la mantuve derecha, dispuesta a matar a quien se acercara, era una mujer, la oí amartillar el arma, cabello chino, más baja que yo y gorda. Me costó un segundo menos que a ella disparar. Le di en el hombro y ella me intentó disparar, pero sus municiones eran malas, falló. Me acerqué y vi la malicia en sus ojos, si le daba la oportunidad me mataría. Le disparé dos veces más, no se volvió a levantar.

 Tomé su arma, vi su vestimenta. Amazona. Revisé las balas, de mala calidad. Guardé el arma, tiré las balas. La revisé y tenía cigarrillos, me los quedé. Me agaché para cerciorarme que estuviera muerta.

Sentí que algo me rasgaba el hombro, ardor. Una bala sin pólvora. No salió por la parte de enfrente de mi hombro, se quedó dentro. No esperé a sentir la segunda, disparé y oí un gemido. Corrí hacia él. Era una amazona alta, de piel blanca, forje grueso, pero bien formada, ella era la de mayor rango, considerando a la caída y ella. Pelo lacio abajo del hombro, ojos grandes y cara de retrasada mental. Al parecer no lo era.

Me apuntó pero no disparó se oyó un rugido detrás de nosotras, y las dos perdimos la concentración, los pumas regresaban y en este momento se comían a la mujer caída. –Jules, no- gimió la amazona viva, con lágrimas en los ojos, pero no se movió. Eran los tres pumas restantes. Uno alzó la vista y se abalanzó hacia nosotras. Ambas comenzamos a correr. Ella subió a un árbol y yo seguí corriendo, me encaramé en un tronco y me volteé. Le di un tiro en el cuello. Cayó, pero no estaba muerto. Le di dos tiros con la pistola, necesitaba matarlo, no hacerlo sufrir.

Lo cargué y lo escondí entre la maleza, tendría que llevarlo al pueblo como prueba. Regresé la amazona no estaba. Los otros dos pumas seguían devorando la carne de la caída. El sonido de mis botas los alertó y dejaron a su víctima, al primero lo maté rápido el segundo me cayó encima y me mordió el brazo ya lastimado, nunca pensé que esos animales podrían ser tan fuertes. Si no me libraba pronto me arrancaría la mano. Puse la pistola lo más cerca que pude del felino y le di 4 tiros. Pero se quijada se quedó torturando mi brazo.

Con mucho miedo, por el dolor que iba a sentir, jalé la quijada inferior del puma y los colmillos se me clavaron nuevamente en la piel, ya herida, seguí jalando hasta que por fin cedió. Corrí medio kilómetro con el dolor matándome. Tenía el brazo completamente inutilizado y aunque estaba ya curtida con respecto a las heridas, nunca me he acostumbrado al dolor.

 Encontré a Black Night donde lo había dejado, saqué un cinturón y lo até a mi brazo para hacer un torniquete. Me subí en él y volví por los animales muertos. Solo encontré dos, el que había escondido y el primero que había matado. Los otros dos y el cuerpo destrozado de la mercenaria, no estaban. ¡Maldita perra amazona!


Cuando llegué al pueblo, la amazona ya había estado ahí, había dejado a los animales y se había llevado a la otra mercenaria. Volvería después por la paga.
Kaleb no estaba en el pueblo.

-Yo fui la que los maté, a los 4- Le dije al encargado del asentamiento.
-Nosotros pagamos pruebas, y ella los trajo, mercenaria. Te tocará la mitad de la paga por los dos que mataste tu- Me dijo limpiándose las manos de residuos de carne. Saqué la escopeta y le apunté. El hombre no sabía qué hacer. Yo lo quería matar. Se quedó paralizado. Bajé el arma.
- Me voy a llevar a los animales que maté, ustedes no se los van a quedar- Me dirigí a los cuerpos. El hombre me pagó la mitad, ya que la otra mitad era para la amazona. En el trato incluía que ellos conservaban a los animales muertos. A mí no me importó y él sabía que no estaba jugando. No hubo más comentarios al respecto. Dentro de mí, quería no volver ahí, dejarlos morir, pero sabía que la familia no me lo permitiría. Me fui al claro escondido. Decidí no hacer mi trabajo un par de días y el tiempo que estuve ahí me puse a trabajar en pelar a los animales y curtir la piel, poner la carne en el cuarto frío.

No quería saber de nada ni de nadie. Estaba rabiosa. No pensé en nada durante esos días. Kaleb no regresaba, no le había hablado a ninguno de mis amigos. Probablemente se preguntaban dónde estaba, pero el trabajo tenía que seguir, no se detendrían a pensar si algo estaba bien o no. Así era siempre, así era la manera en la que sobrevivíamos. Y por mi estaba bien.

-Estuve esperándote en la taberna. Me imaginé que estarías aquí. ¿Todo bien?- Llegó Kaleb. Estaba empapado.
-Si todo bien. Tenemos nuevas pieles. Están casi listas. ¿Todo bien?- Le dije en tono sarcástico. Me arrepentí  de inmediato. Mi berrinche no tendría por qué afectarlo a él. Él sonrió.
-¿Sabes que cuando te enojas haces una especie de puchero que te hace ver, no sé, tierna?- Se salió dejándome con mi mal humor. Él no lo supo, pero me arrancó una sonrisa sincera.

Cenamos con cerveza de barril, y carne. Hablamos poco realmente.

-Tenemos que volver al asentamiento. Se acerca un equipo de soldados, están a dos días. No sabemos de dónde son. Las amazonas ya llegaron y llegué a un trato con ellas. Voy a patrullar con su líder, quiero que armes perímetros en las áreas….-  No lo dejé terminar. Me levanté de la mesa, agarré mis armas. Y salí del lugar. Estaba lloviendo a raudales. No veía nada. No podría sacar a Black Night. El me alcanzó antes de que pudiera salir de la primera cortina de árboles.
-¿Me quieres decir que carajos te pasa? Estoy intentando todo para que las cosas salgan bien, estoy haciendo lo posible, pero no puedo aceptar tus berrinches de la noche a la mañana. No me dices que demonios está sucediendo y me haces a mí un drama del que no tengo la culpa. ¿Te quieres ir con esta lluvia?, hazlo. Pero al menos dime porqué.- Se quedó callado. Esperando a que yo tomara una decisión. Me quedé helada y con una mueca de desprecio, él se dio la media vuelta para irse.

Lo seguí a la casa, tenía razón, pero yo estaba acostumbrada a hacer lo que mi instinto me enseñaba. Para él era muy difícil. Pero para mí también. Así que en medida de lo posible, él era mi consciencia y yo era la suya pero a veces ni eso era suficiente para no querer salir corriendo y mandar todo a la mierda.

-Las amazonas se robaron a los otros dos animales que maté. Se llevaron la mitad de la paga que yo me gané. Creo que me enemisté con los refugiados. Amenacé a uno y tampoco les pareció que me llevara a las bestias caídas- El solo sonrió. ¿Por qué demonios no entiendes lo difícil de la situación? Probablemente porque no eres mujer, y no entiendes la gravedad del asunto. El pensamiento en realidad nunca me abandonó. Él no le dio mayor importancia, pero nunca entendió el punto que a mí me hacía rabiar, era que cuando se desata una guerra entre mujeres no acaba, hasta que una se rinde o acaba muerta. Y las armas no son todo lo que pueda lastimar a la otra. En este caso me molestaba más el hecho del acuerdo que tenían que realmente los celos. El sexo es carne. Los acuerdos, son de gente racional, y pueden mutar en muchas cosas. No me interesaba ninguna de las posibles, ni para bien, ni para mal.


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