viernes, 22 de noviembre de 2013

Música






Sabíamos lo que queríamos desde la primera vez que nuestros ojos se cruzaron, tu sonrisa de vampiro y mi sonrisa maquiavélica lo deseaban desde el primer momento.... Entre al bar, te vi, tocabas muy entretenido, sintiendo la música como a nadie lo había visto hacer, lograste que desde mis oídos hasta mis muslos recorriera un escalofrío de placer.

Te vi balancearte de un lado a otro, con los ojos cerrados, haciéndale el amor a tu instrumento, desee tanto ser yo. Notaste que te observaban y me volteaste a ver con toda la lascivia que el momento pudiera tener y un ambiente rojo se desencadenó entre nosotros. Llegue a mi mesa, y observé, tus brazos, tus tatuajes, tus largos dedos, imagine que recorrías mi cuerpo con ellos… y esos labios... los imagine en los míos.

Me peguntaste mi nombre mientras me llevabas una cerveza, y me decías cuanto te gustaba mi cabello, mi sonrisa, mi piel, mi pecho, mi abdomen, mis piernas, mis muslos y empezaste a describir cuanto te gustaría estar conmigo.

Me subí a mi moto, tú venías conmigo, abrazado a mi cintura, mientras manejaba, subías tus manos por mis pechos, y osadamente traspasaste los límites de la ropa, para tocar más allá.
Con tu mano, tocaste mis senos como si fuera música, convertida en mujer, rozaste con tus hábiles dedos mis pezones, provocando un gemido de mis labios y un escalofrío en mi cuerpo.
Llegamos a mi apartamento, y mientras avanzábamos a la alcoba, fuimos dejando restos de ropa.
Totalmente desnudos al llegar a la habitación, y sin pensarlo me cargaste por los muslos, y me tomaste sin preguntar, mientras me llevabas a la cama, donde depositaste mi espalda en el lecho, y te empezaste a mover, balanceándote de un lado a otro, haciéndome el amor con la furia de un volcán y la frescura del huracán, fui tuya, eras mío, nada existía mas que tu y yo… y la música.

Fue una orquesta de sentimientos, el sube y baja del placer, el clímax de nuestro sudor, la sinfonía de nuestros cuerpos, las notas de nuestros gemidos. Cada arañazo en tu espalda, que dejaba entre ver la furia de nuestra canción, cada mordida en mi cuerpo que dejaba ver la fuerza de nuestras ganas. Mientras la música acompasaba cada nota con nuestros movimientos.

No estoy segura si la música seguía nuestro ritmo o nosotros seguíamos el ritmo de ésta, solo podía sentir el rito que compartíamos, como si los dioses nos hubieran puesto en ese momento para arrebatarnos cualquier otro sudor, y cualquier otro abrazo. Solo tu y yo, tu piel morena, y mis muslos alrededor tuyo.

Tus negros ojos en los míos, se que no existió amor pero en verdad yo te amé mientras sucedió, no hubo nada mas en mi mente que nuestros cuerpos en color azul y rojo, y las arpas de los arcángeles sonando en nuestros oídos con toda la sensualidad existente en un acorde.

Desgastados los dos después de tan arduo concierto, se hizo la calma, la habitación dejo su rojo color y todo volvió a sus blancos colores, no mas rojo, no mas azul, no mas arcángeles, solo tu recargado junto a mi abrazados y sorprendidos, sabiendo que sin nombre, sin cara, sin amistad, la música nos había unido, y sería lo mas cerca que estaríamos de conocernos.