martes, 22 de junio de 2010

Letras


La lluvia no la dejaba salir. Siempre le había gustado mojarse, pero el café caliente, la ropa sport, y la bufanda alrededor del cuello, le daban una sensación de confort que no se podía igualar. No había luz en la casa, se había asegurado de apagar todas las luces, solo dejó la veladora que siempre le gustaba prender.
No era mojigata, creyente, ni nada por el estilo, pero con el clima, siempre le gustaba la seguridad de esa luz, que le recordaba que él volvería.

Prendió la computadora, y se puso a leer la última novela que había escrito; no le gustaba publicar, pero le encantaba que el nombre del libro nuevo en los aparadores, fuera el de él, acompañado por su fotografía. A Omar, no le gustaba hacer eso, lo consideraba fraude, pero la amaba de verdad y la procuraba. Quería que ella fuera feliz y si esa era la manera, él lo aceptaba. Ella procuraba hacerlo feliz a él también. Por eso, ella seguía escribiendo, porque a Omar le encantaba que cada historia empezara con una dedicatoria a él, y el protagonista siempre tuviera rasgos suyos, tanto físicos como mentales. La manera de caminar tan altiva de Omar, tan fuerte, tan déspota, como todos lo volteaban a ver cuándo lo hacía, o los ojos grandes y expresivos, con sus pestañas enormes, el cabello chino, la seriedad casi despectiva que lo caracterizaba, su altura o su sonrisa sarcástica y sonora. Estos detalles nunca faltaban en el personaje principal porque ella amaba eso de él. Y a él le encantaba que Ariana, lo describiera de tan diferentes maneras.

A favor de él, siempre que entraba a la casa y la veía, instintivamente cambiaba el paso, para suavizarlo, y lo volvía casi protector y sereno. Y la sonrisa de ella al verlo, lo desarmaba de tal manera, que aunque Ariana no lo supiera, a él le temblaban las piernas cuando lo hacía, su expresión de felicidad lo llenaba; y el verla llorar, lo mataba de dolor, aunque nunca lo expresara.

Si no fuera por Omar, Ariana hubiera dejado de escribir desde la primera novela; la tensionaba mucho y sentía que se parecía a Jack Nicholson en The Shining. Cada vez era más agotador, pero por su amado, valían la pena las noches sin dormir, los días con poca comida y la salida fugaz de la realidad cuando escribía.

 Ahora ella disfrutaba de la segunda taza de café, mientras él, se había ido a una conferencia de prensa fuera del país, donde le preguntarían lo mismo de siempre, acerca de cómo había conseguido la inspiración del libro, como lograba hacer novelas en tampoco tiempo y obviamente, él sabría perfectamente que contestar, porque la conocía también que no había secretos para él. Omar sabía cómo actuaría Ariana incluso antes de que ella hiciera las cosas, sus obsesiones y sus manías. Su manera de pensar y cada gesto que ella hacía para todo, eran detalles que a Omar no se le olvidaban. Valía la pena un amor así, ella creía que eran pocos en el mundo, y si ella era tan dichosa de tener uno, no dejaría de hacer todo porque su pareja, fuera feliz.

El llegaría dentro de dos semanas. Así que tenía tiempo de escribir, sin que la interrumpieran; puso a AC/DC en la lap top y se dedicó a escribir. Esta vez escribiría acerca de una mujer que perdería la memoria, olvidando todo lo importante para ella. Mientras más escribía, más se perdía en el personaje y en la historia. Sin darse cuenta, y como siempre pasaba, habían transcurrido dos días, se levantó de la computadora y se metió a bañar.
 El dolor en el cuerpo era increíble, no se había dado cuenta cuanto le dolían los músculos ni la espalda. Las luces seguían apagadas, y ahora se escuchaba Nine Inch Nails al fondo de su habitación. Entró al agua hirviendo con la luz apagada, se sentó y dejó que el agua le cayera encima y la relajara. Se perdió en la regadera por tiempo indefinido. Mientras duró el agua caliente, ella permaneció ahí. Tenía un recuerdo; estar en la misma posición, con un clima tan malo como el de ahora, pero no en su casa, aunque no lograba recordar de quien era ese baño. En su memoria afuera se oía otra banda, podría ser Carcass, pero no estaba segura. En la realidad, la banda seguía siendo NIN, pero a ella no le importaba. La sensación de estar en el baño del sueño, le hacía sentir tranquilidad. El agua caliente se estaba acabando.
 Se puso una bata sin notar que había perdido un par de kilos en el tiempo que escribía, caminó hacia la cocina, se dispuso a comer algo y a tomar un poco más de café. Se cepilló el cabello y se hizo una trenza. Sin darse cuenta durmió 14 horas seguidas. Sus sueños fueron porciones de su vida, con su hermano y con sus abuelos. Su novio de la secundaria, y sus diversos amantes en la prepa, incluyendo un profesor.

Cuando despertó vació todo esto en el libro y siguió por 3 días más. Fumaba, bebía café, fumaba más, dormía poco, y sobrevivía con el mínimo de comida.

 A Omar lo había conocido en la escuela, al finalizar la carrera; él era profesor; -afortunadamente de la carrera de historia-, por lo que no sentía ningún remordimiento en salir con él. Llevaban 5 años y hacía  2 que vivían juntos. Ninguno de los dos quería vivir con alguien, pero realmente él no salía de su apartamento desde 6 meses antes y prácticamente solo pagaba la renta para que le cuidaran sus muebles, por lo que después de hablarlo y de darse cuenta de la verdadera situación, afrontaron la realidad y  él, se mudó con ella.

Otro baño caliente, ahora escuchaba a Verdi, otro café, otro poco de comida, otro sueño de 14 horas, con más recuerdos de su vida, a excepción del primero; en el recuerdo, ella estaba en una cama, acostada junto a alguien, pero ella tenía los ojos cerrados, la ventana estaba abierta y el aire le daba en la cara. Ella estaba abrigada y el hombre que estaba con ella, la abrazaba.
 –Va a llover- decía Ariana (en su recuerdo el clima era el mismo que en la realidad), -Cierra la ventana, entonces y vamos a dormir un rato- le decía el hombre, Ariana sonreía – No, me gusta el olor y el aire de lluvia, ¿no crees que es temprano para dormir?- Ella se acercaba al hombre, sin abrir los ojos y esperando su respuesta; -Nunca es temprano para dormir- Dicho esto, los dos reían. Era tanta paz nuevamente. Pero la escena se disolvía.
 Ahora los recuerdos incluían a Omar y todo ese tiempo juntos. Sus memorias surgían para irse agotando, porque extrañamente, cada vez que se levantaba, ella los vaciaba en el libro, como si fueran letras escritas con sangre, su sangre. Y lo mismo pasaba con su físico, cada vez que vaciaba una memoria, perdía peso sin notarlo.

 Ya no encendía la veladora, ya no sabía porque lo había hecho antes. Ya no ponía música, solo escribía. Había olvidado comer, y dormir, el café, su música tan amada, solo recordaba la desesperación del vacío, de la nada en su cabeza, nada tenía sentido porque ella no lo conocía, lo había perdido. No sabía ni siquiera como  respiraba. No recordaba nada, ni siquiera que escribía un libro, la mayoría de sus recuerdos se habían esfumado. Y la habían dejado en un abismo de miedo y de ceguera.

Había bajado 15 kilos en una semana y media, y ella no recordaba cómo se veía en el momento, en que Omar la despidió en la puerta con un beso cálido con sabor a menta; y como le dejó la bufanda impregnada en su loción; al principio, ella no se cansaba de olerla. Terminó el libro dejando ir uno de los dos últimos recuerdos que le quedaban, el aroma de él. Tampoco le quedaba fuerza. Con trabajo llegó a la cama. Se acostó, sintiendo la soledad y la desesperación, las lágrimas y el sentirse absolutamente perdida en un mar oscuro y negro, mientras se ahogaba, era como estar en el fondo del mar suspendida en aguas nunca visitadas por el hombre. La sensación de ahogarse era mayor. Había olvidado el respirar.

La puerta se abrió. Él la buscó por la casa. La llamó con mucho amor, tratando de esconder las flores que le llevaba, las primeras en 5 años. Él no era hombre de llevar flores ni nada así, pero en ese momento le nacía hacerlo. Entró al cuarto y vio el cuerpo de su querida Ariana. Tenía en las manos la primera impresión del libro. Corrió y la levantó. Ella abrió los ojos. –Ariana, ¿qué pasó?- Le dijo el llorando con ojos cubiertos por sus enormes pestañas y ella se vio reflejada en sus ojos castaños. Le sonrió. –Omar- gimió ella mientras su último aliento se perdía, con su último recuerdo.




martes, 1 de junio de 2010

Zaphiro

Caminaba sola, la ciudad estaba desierta y ella no tenía a donde ir, no conocía a nadie, así que sabía que caminaría aun unas cuantas horas, sin detenerse.
Era tarde, a punto de amanecer. Detestaba el sol, sentía que en su blanca piel reflejaba demasiada luz y esto le incomodaba. Por lo que buscaría su refugio antes de que los fuertes rayos de sol se acercaran a los edificios. Dos horas, no le quedaba más.
Recordaba cuando vivía en su reino, hace tantos eones ya, cuando menos eso parecía.

Recordó el gran jardín de orquídeas negras que él había plantado para ella.
El era su guardián, su guardaespaldas, su cuidador, su amigo, el tendría alrededor de 8 años humanos mas que ella.
Desde que ella era niña, el se había vuelto su cuidador de tiempo completo. Ella recordaba que ese trabajo había sido el regalo del Senescal de su reino a su hijo mayor, cumpliendo la mayoría de edad. El trabajo que le costaría la vida, si fuera necesario: cuidar a la hija del gobernante supremo del reino.
Ella tenía 12 años cuando el cumplió los “primeros 20” y dedicó su juventud a verla feliz, y a complacerla. Pasaba todo el día con ella, le plantó un jardín inmenso junto a la fuente de agua dorada, e hizo crecer rubíes en las rosas de su recámara.
Recordó la vez que el la enseño a montar, ella ya contaba con entrenamiento previo, era una princesa y era una princesa acostumbrada a la guerra, pero él la enseño a disfrutar de las cabalgatas.
Ella supo lo que sentía por el al cumplir los 15 años, cuando en el solitario reino de la Noche, el bajaba las escaleras de mármol grisáceo, envuelto en una armadura negra acerina, con la espada en la mano. Ella estaba sentada en la explanada principal de los cerezos, llamada así por la cantidad de éstos árboles que adornaban toda la calzada y el camino a la entrada principal.
El no la había visto, la pasó de largo y ella callada solo lo observo. Pero el se detuvo unos metros adelante, respiró el aire profundo y se volteo hacia donde ella estaba, oculta de la vista de él, detrás de un arbusto plateado. El sonrío y le pidió que saliera, su aroma la delataba, ese olor a frutas. Ella se ruborizó.
El le explicó que tendría que salir, la guerra se acercaba, ella tenía que quedarse, venían por ella, y sin embargo los deseos que ella tenía, eran estar al lado de él. Se aventó a sus pies, soltó una lágrima negra de su blanco rostro, le pidió la llevase con él, porque la vida no sería nada si no estaba a su lado. El la levanto con amor, la besó en sus boca inmaculada, le confesó lo que también sentía por ella.
Pero ella era el tesoro que se peleaba en la guerra y todas las hordas estaban dispuestas a dar su vida por que a ella no le pasara nada, ella era un secreto a guardar. Y la protegería hasta el final.
Sabía que no lo volvería a ver.

Tantos años caminando sola… Sin un compañero, sin una voz. Ahora no vestía vestidos de terciopelo nunca más, ahora eran pantalones de batalla, con playeras sin mangas, descubriendo la marca de la Noche que ella llevaba en medio de su pecho, justo abajo del cuello. Cuanto tiempo le había costado entender quien era, porque el ejército del sol iba tras ella.
Como había odiado a sus antepasados, como odiaba su reino y como odiaba su nombre.

Ahora se hacía llamar Zaphiro, pero en eso tiempos tenía otro nombre, un nombre que nadie pronunciaba, por temor a espantarla, ¿como alguien con un nombre así podría ser tan inocente?, ¿como podría amar?

Había abandonado su reino, pero ellos la seguían buscando, después de tantos milenios, y ahora estaba en ese lugar tan horrible llamado tierra, huyéndoles. Un ser como ella imperecedero, atemporal, justamente un ser como él, él que había sacrificado su amor y el volverla a ver, por que ella fuera libre.
Era una ironía, que ella pudiera vivir y huir de lo que era, que ella pudiera matar, cuando hasta en esa tierra, ella era la reina, venerada y conocida, aunque no por su rostro humano si no por su nombre.

Intentaría inmolarse, destruirse. Acabar con lo que ella representaba en el reino de la Noche, en todas las galaxias, dimensiones y tierras.

Llegó al escondite, durmió, sin sueños mas que los ojos de él, el entendería, el sabía que ella tenía que acabar con su vida, por eso le había enseñado a amar, pero descubriendo quien era ella no había tenido el valor de acabar con su protegida. Así que había dejado la responsabilidad en ella para que llegado el momento Zaphiro hiciera lo que tenía que hacer.

Despertó sobresaltada, ellos estaban cerca, la habían ubicado, y harían lo que fuera porque no cumpliera su único deseo. Sacó del cinturón, la espada que su guardián llevaba siempre. Salió del escondite y corrió, hasta llegar al árbol blanco que se encontraba fuera, los tenía enfrente, la rodeaban.
Sin temor desenvainó la espada, y se precipitó hacia ella. Sabía que ahora podría ser solo Zaphiro y ya no sería más la imagen de lo que tanto odiaba, que no tendría nunca más ese nombre, y ahora solo sería un cuerpo, un humano, un ser más.

Ellos la veían morir, la dejaban desangrarse y morir lentamente con el dolor que no conocía, mientras repetían su nombre al viento. Sabían que renacería siendo un ser maldito solamente, ya no era la reina, ya no gobernaba, su nombre nunca sería mas el mismo. Maldad.