martes, 12 de abril de 2016

She-TheCrow

Y ella creía que que todos los cuervos que le aparecían en el tarot, en las imágenes, en cualquier cosa practicamente, eran porque una magia macabra no la dejaba desligarse. Y un día... ya no importó.

Ella se convirtió en el cuervo, su tamaño, su plumaje, la envergadura de sus alas se volvieron parte de ella, ella se convirtió en el portento, se dio cuenta que ella había ganado, que pese a ser quien era, ella conservaba a la gente, que por alguna absurda razón la gente la quería y se quedaba; que los hombres la amaban por quien era ella, que había gente que hubiera dado todo por seguirla, que los hombres mas extraños necesitaban verla y calmar el dolor y que hasta las personas mas duras que la rodeaban se sentían mal cuando ella recaía.

Y así revolcándose en la muerte, con todos a la expectativa y con pocas probabilidades de éxito, el dolor era menos, la paz llegó, la aceptación de su destino estaba ahí. Y ella empezó a arder: primero era lava y roca, y de pronto era una llamarada de plumas que como fénix quemaba todo el dolor y la desesperación.

Podía ver la cara de aquel que fuera el cuervo, el sobreviviente, el más majestuoso ser que ella hubiera visto y lo vió convertirse en cenizas, lo vio convertirse en un engendro sin plumas y moribundo y ella se incendió mas fuerte. Ella no quería victoria, y ahora con la muerte cortejándola vio todo lo que había logrado. Imposible no era para ella, y así el fuego cedió.

Ya no importaba... El desenlace no era el problema sino el camino que aun le quedaba, el infierno no le daba miedo pues ella era fuego que ardía, y mientras cada día las puertas estaban mas cerca, ella sonreía y disfrutaba su camino. Miro su plumaje, miro el cielo, miro al diablo que le sonreía y junto a él al angel que le extendía la mano. El fuego cesó, y ella era el cuervo, ella era la luna, ella era el lobo de la medianoche. Por fin sonrió y sintió como el dragón que ella era seguía ahí, pero ahora tenía un tótem más, dos guardianes.

Cerró los ojos y se deshizo de las pocas imágenes que le quedaban del cuervo. Y decidió matarlo, no nombrándolo nunca más. La luna brilló más... y ella voló lejos, ya no con odio, ni dolor sino con un amor renovado en sus nuevas alas. Y nunca volvió a pisar ese jardín que no era ya de nadie.

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