La lluvia no la dejaba salir. Siempre le había gustado mojarse, pero el café caliente, la ropa sport, y la bufanda alrededor del cuello, le daban una sensación de confort que no se podía igualar. No había luz en la casa, se había asegurado de apagar todas las luces, solo dejó la veladora que siempre le gustaba prender.
No era mojigata, creyente, ni nada por el estilo, pero con el clima, siempre le gustaba la seguridad de esa luz, que le recordaba que él volvería.
Prendió la computadora, y se puso a leer la última novela que había escrito; no le gustaba publicar, pero le encantaba que el nombre del libro nuevo en los aparadores, fuera el de él, acompañado por su fotografía. A Omar, no le gustaba hacer eso, lo consideraba fraude, pero la amaba de verdad y la procuraba. Quería que ella fuera feliz y si esa era la manera, él lo aceptaba. Ella procuraba hacerlo feliz a él también. Por eso, ella seguía escribiendo, porque a Omar le encantaba que cada historia empezara con una dedicatoria a él, y el protagonista siempre tuviera rasgos suyos, tanto físicos como mentales. La manera de caminar tan altiva de Omar, tan fuerte, tan déspota, como todos lo volteaban a ver cuándo lo hacía, o los ojos grandes y expresivos, con sus pestañas enormes, el cabello chino, la seriedad casi despectiva que lo caracterizaba, su altura o su sonrisa sarcástica y sonora. Estos detalles nunca faltaban en el personaje principal porque ella amaba eso de él. Y a él le encantaba que Ariana, lo describiera de tan diferentes maneras.
A favor de él, siempre que entraba a la casa y la veía, instintivamente cambiaba el paso, para suavizarlo, y lo volvía casi protector y sereno. Y la sonrisa de ella al verlo, lo desarmaba de tal manera, que aunque Ariana no lo supiera, a él le temblaban las piernas cuando lo hacía, su expresión de felicidad lo llenaba; y el verla llorar, lo mataba de dolor, aunque nunca lo expresara.
Si no fuera por Omar, Ariana hubiera dejado de escribir desde la primera novela; la tensionaba mucho y sentía que se parecía a Jack Nicholson en The Shining. Cada vez era más agotador, pero por su amado, valían la pena las noches sin dormir, los días con poca comida y la salida fugaz de la realidad cuando escribía.
Ahora ella disfrutaba de la segunda taza de café, mientras él, se había ido a una conferencia de prensa fuera del país, donde le preguntarían lo mismo de siempre, acerca de cómo había conseguido la inspiración del libro, como lograba hacer novelas en tampoco tiempo y obviamente, él sabría perfectamente que contestar, porque la conocía también que no había secretos para él. Omar sabía cómo actuaría Ariana incluso antes de que ella hiciera las cosas, sus obsesiones y sus manías. Su manera de pensar y cada gesto que ella hacía para todo, eran detalles que a Omar no se le olvidaban. Valía la pena un amor así, ella creía que eran pocos en el mundo, y si ella era tan dichosa de tener uno, no dejaría de hacer todo porque su pareja, fuera feliz.
El llegaría dentro de dos semanas. Así que tenía tiempo de escribir, sin que la interrumpieran; puso a AC/DC en la lap top y se dedicó a escribir. Esta vez escribiría acerca de una mujer que perdería la memoria, olvidando todo lo importante para ella. Mientras más escribía, más se perdía en el personaje y en la historia. Sin darse cuenta, y como siempre pasaba, habían transcurrido dos días, se levantó de la computadora y se metió a bañar.
El dolor en el cuerpo era increíble, no se había dado cuenta cuanto le dolían los músculos ni la espalda. Las luces seguían apagadas, y ahora se escuchaba Nine Inch Nails al fondo de su habitación. Entró al agua hirviendo con la luz apagada, se sentó y dejó que el agua le cayera encima y la relajara. Se perdió en la regadera por tiempo indefinido. Mientras duró el agua caliente, ella permaneció ahí. Tenía un recuerdo; estar en la misma posición, con un clima tan malo como el de ahora, pero no en su casa, aunque no lograba recordar de quien era ese baño. En su memoria afuera se oía otra banda, podría ser Carcass, pero no estaba segura. En la realidad, la banda seguía siendo NIN, pero a ella no le importaba. La sensación de estar en el baño del sueño, le hacía sentir tranquilidad. El agua caliente se estaba acabando.
Se puso una bata sin notar que había perdido un par de kilos en el tiempo que escribía, caminó hacia la cocina, se dispuso a comer algo y a tomar un poco más de café. Se cepilló el cabello y se hizo una trenza. Sin darse cuenta durmió 14 horas seguidas. Sus sueños fueron porciones de su vida, con su hermano y con sus abuelos. Su novio de la secundaria, y sus diversos amantes en la prepa, incluyendo un profesor.
Cuando despertó vació todo esto en el libro y siguió por 3 días más. Fumaba, bebía café, fumaba más, dormía poco, y sobrevivía con el mínimo de comida.
A Omar lo había conocido en la escuela, al finalizar la carrera; él era profesor; -afortunadamente de la carrera de historia-, por lo que no sentía ningún remordimiento en salir con él. Llevaban 5 años y hacía 2 que vivían juntos. Ninguno de los dos quería vivir con alguien, pero realmente él no salía de su apartamento desde 6 meses antes y prácticamente solo pagaba la renta para que le cuidaran sus muebles, por lo que después de hablarlo y de darse cuenta de la verdadera situación, afrontaron la realidad y él, se mudó con ella.
Otro baño caliente, ahora escuchaba a Verdi, otro café, otro poco de comida, otro sueño de 14 horas, con más recuerdos de su vida, a excepción del primero; en el recuerdo, ella estaba en una cama, acostada junto a alguien, pero ella tenía los ojos cerrados, la ventana estaba abierta y el aire le daba en la cara. Ella estaba abrigada y el hombre que estaba con ella, la abrazaba.
–Va a llover- decía Ariana (en su recuerdo el clima era el mismo que en la realidad), -Cierra la ventana, entonces y vamos a dormir un rato- le decía el hombre, Ariana sonreía – No, me gusta el olor y el aire de lluvia, ¿no crees que es temprano para dormir?- Ella se acercaba al hombre, sin abrir los ojos y esperando su respuesta; -Nunca es temprano para dormir- Dicho esto, los dos reían. Era tanta paz nuevamente. Pero la escena se disolvía.
Ahora los recuerdos incluían a Omar y todo ese tiempo juntos. Sus memorias surgían para irse agotando, porque extrañamente, cada vez que se levantaba, ella los vaciaba en el libro, como si fueran letras escritas con sangre, su sangre. Y lo mismo pasaba con su físico, cada vez que vaciaba una memoria, perdía peso sin notarlo.
Ya no encendía la veladora, ya no sabía porque lo había hecho antes. Ya no ponía música, solo escribía. Había olvidado comer, y dormir, el café, su música tan amada, solo recordaba la desesperación del vacío, de la nada en su cabeza, nada tenía sentido porque ella no lo conocía, lo había perdido. No sabía ni siquiera como respiraba. No recordaba nada, ni siquiera que escribía un libro, la mayoría de sus recuerdos se habían esfumado. Y la habían dejado en un abismo de miedo y de ceguera.
Había bajado 15 kilos en una semana y media, y ella no recordaba cómo se veía en el momento, en que Omar la despidió en la puerta con un beso cálido con sabor a menta; y como le dejó la bufanda impregnada en su loción; al principio, ella no se cansaba de olerla. Terminó el libro dejando ir uno de los dos últimos recuerdos que le quedaban, el aroma de él. Tampoco le quedaba fuerza. Con trabajo llegó a la cama. Se acostó, sintiendo la soledad y la desesperación, las lágrimas y el sentirse absolutamente perdida en un mar oscuro y negro, mientras se ahogaba, era como estar en el fondo del mar suspendida en aguas nunca visitadas por el hombre. La sensación de ahogarse era mayor. Había olvidado el respirar.
La puerta se abrió. Él la buscó por la casa. La llamó con mucho amor, tratando de esconder las flores que le llevaba, las primeras en 5 años. Él no era hombre de llevar flores ni nada así, pero en ese momento le nacía hacerlo. Entró al cuarto y vio el cuerpo de su querida Ariana. Tenía en las manos la primera impresión del libro. Corrió y la levantó. Ella abrió los ojos. –Ariana, ¿qué pasó?- Le dijo el llorando con ojos cubiertos por sus enormes pestañas y ella se vio reflejada en sus ojos castaños. Le sonrió. –Omar- gimió ella mientras su último aliento se perdía, con su último recuerdo.
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